Salmo 5

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Observaciones doctrinales y prácticas

  1. En la oración, está bien recurrir a la ayuda del lenguaje para expresar nuestros pensamientos y peticiones (v. 1). «Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová» (Os. 14:2). Está bien concebir con precisión lo que necesitamos.
  2. Si Dios nos da un corazón que ora, también nos dará una bendición en respuesta a nuestras oraciones (v. 1). Todos sus nombres, todos sus oficios y todas sus promesas lo aseguran grandemente. Él oye nuestros suspiros, conoce su significado, puede y considerará nuestro caso.
  3. La meditación y la oración son deberes relacionados (v. 1). Uno lleva al otro. Habitan juntos. Bates: «Meditar antes de orar es como afinar un instrumento y prepararlo para la armonía. Meditar antes de orar hace madurar nuestras concepciones y ejercita nuestros deseos». En Génesis 24:63, nuestros traductores ponen la palabra «meditar» en el texto, pero en el margen ponen la palabra «orar». Ningún hombre puede meditar con devoción sin orar, ni orar con devoción sin meditar.
  4. Si en la oración faltan las palabras, y no somos conscientes más que de la respiración, los suspiros y la meditación, hemos de saber que otros han estado en dificultades parecidas (v. 1). Por tanto, no nos desalentemos. Aquel que no apagará el pábilo que humea, puede oír una respiración al igual que un clamor, un gemido al igual que unas palabras y una meditación al igual que un discurso.
  5. La idolatría debe de ser muy aborrecible a Dios. De la misma manera que el soberano de un imperio ha de enfrentarse a quienes le niegan sus impuestos, Jehová ha de abominar de todas aquellas prácticas que le privan del tributo de la oración y la alabanza, la súplica y la acción de gracias, que le es debido (v. 2). Todo pecado es una injusticia contra Dios. Lo que impide o corrompe su adoración es una afrenta directa, un robo descarado.
  6. La verdadera oración nunca es descuidada o apática. Es ferviente. Es importuna. Piensa. También clama (v. 2). La tardanza de la respuesta durante un tiempo no hace sino inflamar sus deseos.
  7. Ninguna maldad debería apartarnos del trono de la gracia de Dios. Si nuestros propios pecados se levantan contra nosotros, impúlsennos a suplicar misericordia. Aquí vemos a David orando inducido por la maldad de los que buscaban su destrucción. Si los malvados maldicen, oremos; si mienten, oremos; si adulan, oremos; si derraman la sangre de los santos, oremos (vv. 1-3).
  8. Si queremos tener al SEÑOR como nuestro Dios, tomémosle también como nuestro Rey (v. 2). Si rechazamos sus leyes, es seguro que rechazamos su gracia. Si rechazamos su yugo, ciertamente no aceptamos su misericordia. Si su cetro es una ofensa para nosotros, también lo es su plan de salvar a pecadores por su sangre. Si Cristo nos es hecho por Dios justicia, también nos es hecho por Dios santificación.
  9. Está bien cuando podemos rogar al Señor, como nuestro Rey y nuestro Dios, que nos bendiga (v. 2). Él nos manda que lo hagamos. No nos retiene más que nuestra incredulidad. Si Él nos llama «hijos suyos», ciertamente podemos clamar: «Padre nuestro». Si Él dice: «Vosotros sois mi pueblo», podemos decir: «Dios nuestro». Tomás hizo progreso cuando clamó: «Señor mío y Dios mío».
  10. La verdadera sumisión y obediencia a Dios no nos hace apáticos, sino vivos en su servicio (v. 3). Despierta el espíritu de la devoción (v. 2). La verdadera religión no es el quietismo, ni el estoicismo, ni el ateísmo. Lleva al alma a la comunión con Dios. Despierta todas sus actividades. Da maravillosa energía. Estimula el pensamiento a medianoche. Engendra hábitos de devoción. No se mueve por ataques y espasmos.
  11. Todos los días bien empleados deben comenzar con Dios (v. 3). Es justo que Él tenga nuestros primeros y mejores pensamientos. Gill: «La mañana es un tiempo apropiado para la oración, tanto para dar gracias por el sueño y descanso reparadores, por preservarnos de los peligros del fuego, de los ladrones y asesinos, y por las misericordias renovadas de la mañana, como también para orar a Dios que nos guarde del mal y peligros del día, que nos dé el alimento cotidiano y tengamos éxito en los asuntos y ocupaciones de la vida, y que mantenga todas las misericordias, temporales y espirituales». ¡Qué ejemplo tan maravilloso fue el que nos puso nuestro Señor!: «Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba» (Mr. 1:35). No ha de suponerse que este fuera un caso aislado (cf. Lc. 6:12; 21:37). ¿Hay algún cristiano próspero en la tierra que dé sus primeros pensamientos al mundo y solo los posteriores a Dios?
  12. La oración genuina estará atenta a las respuestas (v. 3). La presentación de la petición es importante, puesto que asegura la bendición. La oración vive en una atalaya. El oratorio debería ser un observatorio. La Biblia de Berleberg: «Se debe velar, si se desea recibir algo de Dios, y esperar con anhelo la respuesta deseada, estando también constantemente atentos a la ayuda, y pendientes de cualquier cosa que hable el Señor». Henry lo parafrasea así: «Esperaré, estaré atento a mis oraciones y “escucharé lo que hablará Jehová Dios” (Sal. 85:8), para que, si me concede lo que le pedí, le esté agradecido; si me lo niega, sea paciente; si se tarda, continúe orando y esperando, y no desmaye». Gill dice que el verbo «esperaré» «expresa esperanza, expectación, fe y confianza en que se diera una respuesta».
  13. Las opiniones erróneas del carácter de Dios echan a perder toda la religión (v. 4). Cuando la esperanza del hombre se construye sobre la idea de que Dios es como sus falibles criaturas –que no es santo, justo ni verdadero–, todos sus servicios solemnes son inútiles y sus expectativas, funestas. Dios es inflexiblemente justo. Si salva a un pecador que cree, lo hará condenando el pecado en la carne. La impunidad es desconocida en el gobierno de Dios.
  14. Puesto que Dios es santo, todos los que aman la santidad triunfarán sobre todos los que aman la maldad (v. 4). No hay vínculo de simpatía tan fuerte y duradero como el que resulta de la similitud de carácter moral. Dios no puede dejar de amar su propia imagen. No puede dejar de aborrecer la imagen del malvado. La luz y las tinieblas pueden estar tan mezcladas que produzcan penumbra, pero Dios y la maldad nunca pueden habitar juntos. Charnock: «La santidad no puede aprobar el pecado más de lo que puede cometerlo».
  15. Debe de haber algo inconcebiblemente monstruoso en toda impiedad o, de lo contrario, Dios no pondría en ella tan a menudo la marca de la insensatez (v. 5). Dickson: «Por muy sabios que parezcan los malvados entre los hombres, se verá que son locos e insensatos ante Dios, que vendieron el cielo por bagatelas de la tierra, que hicieron guerra al todopoderoso y corrieron hacia su propia destrucción en medio de sus sueños autocomplacientes, hacia la pérdida de su vida y hacienda, temporales y eternas». Las opiniones de Dios sobre el pecado pueden conocerse en lugares como Habacuc 1:13, Zacarías 8:17, Amós 5:21-23, Isaías 1:14 y Jeremías 44:4. Charnock: «El pecado es el único objeto principal del desagrado de Dios». No puede mostrarse que Dios no aborrezca sino el pecado.
  16. Los perseguidores, los herejes, los falsos maestros, los engañadores y los aborrecedores de toda bondad no son una novedad. Los hombres buenos siempre han sido aborrecidos, perseguidos y hostigados por los malhechores. Demas desamparará a la iglesia. Diótrefes formará partidos. Absalón y sus amigos se apoderarán del templo. Pero el triunfo de los malvados es breve. Si abundan los hacedores de iniquidad, ninguna cosa nueva ha sucedido (v. 5).
  17. Puesto que Dios es santo y el hombre pecador, la regeneración es necesaria. Dios y los pecadores que aman la iniquidad no pueden habitar juntos (vv. 4-6). Esperar la felicidad en el cielo sin una nueva naturaleza, es más necio que cualquier sueño de lunáticos. Los hombres pueden creer que el mundo es plano o redondo, que se mueve o está quieto, y aun así ser virtuosos y felices, y estar en el camino al cielo. Pero, sin un nuevo corazón, ningún hombre puede ser salvo. Con razón manifestó Cristo asombro de que Nicodemo, un maestro de Israel, que se suponía conocer las Escrituras del Antiguo Testamento, fuese ignorante de esta doctrina.
  18. Ha de haber una retribución futura, puesto que Dios es santo, los hombres no son tratados aquí conforme a sus caracteres, Dios ha determinado destruir a los malvados, y que la destrucción no viene en esta vida (v. 6). Esta doctrina está implícita en cientos de textos en que no se declara.
  19. Toda hipocresía es vana. Nada es más absurdo (v. 6). Nunca podremos abusar del todopoderoso. Morison: «Sepan todos los hacedores de engaño, todos los hipócritas impostores, ya sea en las relaciones de la vida o en la comunión de la iglesia, que son aborrecibles a los ojos divinos, que sus oraciones no serán oídas, que sus ofrendas no serán aceptas, que nada más que el arrepentimiento y profunda contrición de espíritu será asociado con la correspondiente sonrisa de la misericordia y compasión divinas. Continuando en su presente camino de engaño y falsedad, no pueden esperar encontrarse más que con la ira de un Dios enojado». No hay maldad más común en la tierra que las diversas formas de engaño.
  20. Dios no es el autor del pecado. Lo abomina. Nada es más repugnante a su naturaleza (vv. 4-6). Permite el pecado, pero no lo aprueba. Controla el pecado, pero lo aborrece. Puede preservar a hombres muy malvados mientras cometen pecado, pero jamás obra maldad. Acusarle de ser el autor del pecado es blasfemia.
  21. La honestidad es la mejor política. Habitualmente, resulta así en esta vida; invariablemente, en la próxima (v. 6). El perpetuo esfuerzo y lucha del hombre falso por recomponer las cosas y conservar las apariencias podrían advertirle de dificultades aún peores por venir. Morison: «Enseñe el espíritu de este versículo la importancia de la franqueza, la benevolencia y la sinceridad en todas las relaciones de la vida. ¡Cuántos hay que os saludarán como a amigos y os darán la diestra de buena fraternidad, mientras os apuñalan en tinieblas y susurran algo, aun al oído de vuestro íntimo amigo, para rebajaros a sus ojos! Y, sin embargo, estos viles personajes no se atreverán a manifestar otro espíritu en vuestra presencia salvo el de bondad y respeto. Recuerden tales hombres que, en las Sagradas Escrituras, la mentira y el homicidio son los invariables compañeros del engaño, la traición y la elusión». Cuando Dios abandona completamente a un hombre, pronto confunde todas las distinciones morales. Para el tal, lo negro es blanco, lo amargo es dulce y lo malo es bueno. Muchos de los vicios están relacionados. Habitan juntos.
  22. Ni en la realidad ni en el pensamiento de los hombres buenos, hay sucedáneo para la adoración pública de Dios (v. 7). Quítense de los piadosos de la tierra todos los recuerdos, impresiones, propósitos, alientos, ánimos, esperanzas, alegrías y otras gracias que deben su origen o su vigor a la casa de Dios, y ¡qué cambio se presenciaría! Es una gran misericordia de Dios que nos dé ordenanzas públicas. Ellas reprenden, alientan, advierten, reclaman, animan y fortalecen a todo el pueblo de Dios.
  23. La única esperanza de los pecadores es en la misericordia. Y no les satisfará solo un poco; necesitan una gran cantidad (v. 7). Calvino dice que este versículo nos enseña «la verdad general de que, solo a través de la bondad de Dios, tenemos acceso a Él; y que ningún hombre ora correctamente excepto aquel que, habiendo experimentado su gracia, cree y está plenamente convencido de que será misericordioso para con él. El temor de Dios se añade, al mismo tiempo, para distinguir la confianza genuina y piadosa de la vana confianza de la carne». Dios ha hecho grandes esfuerzos para que estemos seguros de su misericordia y gracia. La confianza en las mismas es de gran utilidad. Dickson: «La fe que los santos tienen en las misericordias de Dios, les alientan a seguir en su servicio y, en algunos casos, les da esperanza de ser soltados de las amarras que les impiden disfrutar de las ordenanzas públicas». Es una gran cosa poder fijar los ojos en las grandes compasiones de Dios.
  24. Ningún hombre bueno se ofende porque Dios haya de ser temido en gran manera (v. 7). El verdadero temor de Dios no contiene tormento. Los justos de ningún modo quieren deshacerse de sus sentimientos reverentes.
  25. Cuanto mayores sean nuestros peligros, más deberían abundar nuestras oraciones; cuantos más enemigos, más súplicas (v. 8). La malvada perversión de un suceso es lo que nos aparta del propiciatorio.
  26. Es correcto que oremos permanecer en un camino llano, y que no caigamos en tinieblas respecto a la fe o a la práctica (v. 8). Puntos de doctrina inescrutables, providencias misteriosas y cuestiones irresolubles de casuística, a menudo son ocasiones de terribles tentaciones. Pedir luz en nuestra senda es, por tanto, lo mismo que pedir que no se nos meta en tentación. A Satanás le encanta pescar en aguas turbias. La confusión mental es enemiga del firme curso de la piedad. Roguemos a Dios que enderece las cosas torcidas. Dickson: «Cuanto más conscientes son los piadosos de su ceguera, debilidad y disposición para salirse del camino derecho, tanto más invocan y dependen de la dirección de Dios».
  27. Las Escrituras hablan en un lenguaje uniforme e inconfundible respecto a la terrible depravación universal del hombre (v. 9). No empleó David un lenguaje más fuerte sobre este tema que el que encontramos en Génesis 6:5. Y, cuando Pablo quiere demostrar que todos los judíos y gentiles estaban perdidos, no encuentra un testimonio más apropiado que este salmo (cf. Ro. 3:13). Los cumplidos a los hombres no regenerados en cuanto a su bondad, están tan fuera de lugar como la alabanza de un cadáver por su belleza. Están todos muertos. Morison: «Ha habido una lamentable uniformidad en el carácter de los malvados en todas las épocas».
  28. Dickson: «Entre otros motivos para hacer que los piadosos cuiden su conducta en tiempo de prueba, este es uno: tienen que tratar con un mundo falso y hombres hipócritas que harán falsa ostentación de la que no es su intención, y que harán promesas de lo que no pretenden cumplir, y que no darán más que consejos podridos y envenenados, barnizados con falsa adulación, y todo para engañar a los piadosos y hacerlos caer en su trampa» (v. 9).
  29. La destrucción de los que son incorregiblemente malvados es inevitable (v. 10). Todo está en su contra. Dios –con toda su naturaleza, planes y providencia–, la inherente debilidad y miseria de su causa, la multitud de sus ofensas y el carácter atroz de su rebelión, se unen con todas las enseñanzas de la Escritura y toda la adoración del pueblo de Dios para hacer cierta, más allá de toda duda, la derrota de los impenitentes. El pueblo de Dios no puede agradecerle que no prospere ningún arma forjada contra Sión, ni orar: «Venga tu reino», ni adorar a Dios por alguno de sus atributos, ni clamar: «Dios, sé propicio a mí, pecador», ni repetir una profecía respecto al triunfo final de la verdad y la justicia, sin señalar los grandes principios, todos los cuales dicen: «Los impíos perecerán».
  30. Pero los justos están a salvo (v. 11). Todo lo que asegura la destrucción de los malvados, hace cierta la victoria de los justos. Dios está con ellos, los defiende y los bendice.
  31. Deberíamos orar por el pueblo de Dios (v. 11). Necesita nuestras oraciones. Tiene derecho a ellas por causa de la fraternidad. Henry: «Aprendamos de David a orar, no solamente por nosotros, sino también por otros: por toda la gente buena, por todos los que confían en Dios y aman su nombre, aunque no sean de nuestra misma opinión en todo o tengan intereses comunes. Participen de nuestras oraciones todos los que tienen derecho a las promesas de Dios. La gracia sea con todos los que aman al Señor Jesucristo con sinceridad. Esto es estar de acuerdo con Dios». ¡Qué modelo de ternura y fervor en la intercesión por otros tenemos en Abraham! (cf. 18:23-32). Y no puede excusarnos de orar por todos los santos de Dios ninguna circunstancia de aflicción o angustia personales, como aprendemos del ejemplo de David recogido aquí y en otros lugares.
  32. Quien niegue que el verdadero pueblo de Dios tiene alegrías sólidas, fuertes y duraderas, muestra que es ignorante de todo el asunto de la religión espiritual (v. 11). Los himnos más exultantes que se han cantado en esta tierra, son los cánticos del pueblo de Dios al pasar por el desierto, el fuego y las muchas aguas.
  33. ¡Qué consuelo son las Escrituras para todos los hijos de Dios en aflicción! ¡Cómo han leído, llorado y se han regocijado en todo este salmo los santos durante casi tres mil años, y lo seguirán haciendo hasta que el tiempo no sea más! El consuelo de las Escrituras da esperanza (cf. Ro. 15:4). En la medida en que el hombre es enseñado y santificado por el Espíritu, estas porciones de la verdad alegrarán su corazón y le regocijarán.
  34. Todo el salmo muestra que, en esta vida, jamás pasaremos sin los medios de gracia. Y es mejor que sea así. Basta que transitemos el camino regado con las lágrimas del dulce cantor de Israel, y que empleemos los medios que él empleó. Más aún, el Señor de David, en los días de su carne, derramó fuertes clamores y lágrimas a Dios. Sigamos a Cristo y conozcamos la comunión de sus sufrimientos.
  35. Si nuestra causa es buena, no estemos intranquilos por el resultado. En los tribunales de justicia humanos, podemos tener una buena causa, un buen juez, un buen jurado, buen consejo y buenos testigos y, aun así, a menudo podemos fracasar. Pero el que tiene una buena causa en el tribunal celestial no será defraudado. Esto enseña todo el salmo.
  36. Este salmo muestra que, en esencia, la verdadera religión es la misma en todas las épocas. Tiene aflicción, pero también tiene alegría; tiene conflictos, pero también tiene victorias; tiene tinieblas, pero también tiene confianza; tiene enemigos, pero también tiene un guía infalible; tiene peligros, pero está rodeada del favor de Dios como con un escudo.
  37. Todo el salmo muestra que la salvación es de Dios. Los justos pronto caerían por la malicia y maquinaciones de sus enemigos, si tuviesen que tratar su propia causa. Pero Dios los sostiene de manera que no caigan, los cubre de manera que el enemigo no pueda llegar a ellos, y los guía de manera que no pierdan su camino.
  38. Si este salmo se refiere a Cristo, de quien David era un tipo, entonces sus victorias no son menos fuente de alegría para su pueblo que las de su siervo David; antes bien, lo son más.

W. S. Plumer

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Salmo 4

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Observaciones doctrinales y prácticas

  1. Las alabanzas de Dios en el santuario deberían conducirse con destreza para que sean edificantes. El tema de la música eclesiástica es digno de la atención del pueblo y ministros de Dios. El evangelio no prescribe ni prohíbe ningún modo particular de conducir esta parte de la adoración, siempre que sea decente y edificante. El que haya un «músico principal» o una banda de músicos en cada congregación, es algo que Dios no ha decidido, pero en todos los lugares deberíamos edificar a la iglesia con salmos e himnos y cánticos espirituales. El pueblo debería cantar.
  2. ¡Cuán simples son los remedios provistos para el pueblo de Dios en todas sus pruebas diversas! Dickson: «Aunque haya muchas y diferentes dificultades para los piadosos, no hay más que un Dios que dé consuelo, y una manera de obtenerlo de Dios, a saber, mediante la oración con fe: «Respóndeme cuando clamo» (v. 1).
  3. El gran fundamento de la esperanza cristiana está en la justificación por la justicia de Dios, que es la justicia de Cristo (v. 1). Esta da acceso a Dios.
  4. ¡Cuán bendita es la doctrina de la misericordia divina! Es toda nuestra esperanza (v. 1).
  5. ¡Cuánta ventaja tiene sobre el joven converso, el siervo de Dios que ha sido probado! (vv. 1, 7). No hay profesor que enseñe como la experiencia. Si no fuésemos muy incrédulos, todos los cristianos de más edad hace tiempo que tendrían una confianza ilimitada en Dios. Se ha manifestado en nuestro favor tan a menudo, que nunca deberíamos volver a desconfiar de Él. Las grandes liberaciones deberían despertar una gran gratitud e inspirar gran calma en las nuevas pruebas.
  6. No se sorprenda ningún hombre de tener amargos y habituales enemigos (v. 2). Aun los viejos amigos a menudo se vuelven contra los piadosos. Venema: «La estima y el favor de los hombres son muy engañosos y variables». No injuriemos a los que nos calumnian, sino advirtámosles y llamémosles al arrepentimiento. Calvino: «Aunque nada nos duele más que ser falsamente condenados, y soportar al mismo tiempo injusta violencia y calumnia, sin embargo, que hablen mal de nosotros por hacer el bien es una aflicción que diariamente acontece a los santos. Y les conviene tanto ejercitarse en ello como apartarse de todas las tentaciones del mundo, y depender completa y solamente de Dios». Cumplimos con nuestro deber cuando nos aseguramos de que las malas cosas que dicen de nosotros son falsas o, si son verdaderas, nos arrepentimos sinceramente de ellas.
  7. Sean un ejemplo de contentamiento, moderación y obediencia a las leyes aquellos que viven bajo buenos gobiernos, y no se unan con los pendencieros para protestar contra los gobernantes y las leyes, que les aseguran todas las bendiciones que puedan razonablemente esperar. El que resiste a un gobierno legítimo, a Dios resiste. El que protesta contra él, protesta contra el que lo estableció (v. 2).
  8. Es cosa menor ser juzgado por el juicio del hombre. Quienes aman la vanidad y las mentiras, más que condenarnos, nos alaban con sus reprobaciones (v. 2). Debemos encargarnos, viviendo en santidad, de demostrar que sus calumnias son falsas.
  9. Los malvados no saben lo que hacen cuando molestan y persiguen a los siervos de Dios (vv. 2-3). No a las viudas de Israel, sino a su pueblo por toda la tierra, venga Dios. Dickson: «La causa de que el mundo menosprecie la piedad de las personas de los hijos afligidos de Dios, es la crasa ignorancia de los preciosos privilegios de los siervos sinceros del Señor».
  10. Los malvados siempre están llamándose a engaño. Son falsos respecto a todos sus mejores intereses. Todo lo que hacen es en su propia contra. Cada error implica otros. Su gran dificultad es que son sensuales, no teniendo el Espíritu. Dickson: «Los meros hombres naturales no pueden hacerse sabios, ni por la palabra de Dios ni por la experiencia de sus propias personas u otras, para considerar que las cosas de esta tierra, como las riquezas, el honor y el placer temporales, no son más que vanidad y mentiras engañosas, que prometen algo y no pagan sino con aflicción de espíritu, a causa de la culpabilidad y miseria que conlleva su abuso».
  11. El pueblo de Dios no puede actuar más sabiamente que cuando confía y espera en Él, aun en los tiempos más oscuros (vv. 3, 5). La confianza en Dios es tan segura para nosotros como honorable para Él. Venema: «La mayor excelencia y gloria del hombre es disfrutar del favor y gracia de Dios, y tener la esperanza de ser oídos cuando clamamos a Él». «En medio de peligros y males, nada es más seguro que hacer de Dios nuestro refugio».
  12. ¡Cuán felices son todos los siervos de Dios! (v. 3). Son apartados para Dios como vasos de honra: 1. Mediante una elección libre, eterna, santa e inmutable en Cristo Jesús; 2. Mediante una regeneración poderosa, interna y espiritual; 3. Mediante una justificación perfecta e irrevocable; 4. Mediante una providencia bondadosa, sabia y veladora, que ordena todo lo que les afecta, y les distingue por esto: que todas las cosas les ayudan a bien, haciendo más bienaventuradas sus aflicciones que las alegrías de los malvados, y dándoles la victoria aun en la muerte; 5. Los tales serán abierta y gloriosamente reconocidos y apartados en el último día. Son apartados para el servicio, honor y disfrute de Dios ahora y en la vida venidera. El servicio y disfrute son imperfectos ahora; pero, en el mundo venidero, los santos amarán y se regocijarán en la perfección. Con todas sus imperfecciones, son las joyas de Dios, y al final esto se les reconocerá (cf. Mal. 3:17). El mayor disfrute de la tierra se encuentra en la comunión con Dios. Dickson: «El consuelo del Espíritu de Dios y el sentido de la reconciliación del hombre con Dios en Cristo, es mayor de lo que pueda ser ninguna alegría terrenal, y es capaz de suplir la falta de riquezas, honores y placeres mundanos, y suavizar, o incluso erradicar, el sentido de pobreza, desgracia o cualquier otro mal» (v. 7).
  13. La verdadera fe nunca se encuentra sin argumentos para fortalecerse. Razona con la justicia de Dios, con sus favores pasados, con su angustia presente, con la misericordia de Dios (v. 1), con sus propósitos, con su providencia (v. 3). De hecho, la fe siempre tiene alguna buena razón que alegar. Son los incrédulos los que no tienen nada que alegar.
  14. Aprendamos a juzgar con justo juicio. ¡Cuán a menudo los malvados juzgan por las apariencias externas! Para muchos, el éxito y la prosperidad son la prueba de una causa justa. Las calamidades externas nunca demuestran que alguien esté sin el favor de Dios, aunque muchos hombres malvados piensen lo contrario.
  15. Las ideas respecto a la ira presentadas en la exposición del versículo 4, muestran la gran importancia de no sostener ninguna regla de conducta moral que se aleje o se añada a las Escrituras. Cuando los hombres intentan ser más santos que la ley de Dios, caen en confusión.
  16. La verdadera religión está dispuesta a hacer sacrificios (v. 5). Trae sus ofrendas con una mente voluntaria y una mano abierta. A los reticentes y reacios, se les puede decir: «Nunca llegaréis al cielo a ese precio». Henry: «Servid a Dios sin desconfiar de Él ni temer sufrir pérdida por Él. Honradle confiando solo en Él, y no en vuestras propias riquezas, ni en un brazo de carne. Confiad en su providencia y no os apoyéis en vuestro propio entendimiento. Confiad en su gracia y no vayáis a establecer vuestra propia justicia o suficiencia». Nunca ofrendéis una pequeña miseria. Dadle todo lo que tenéis, sois y esperáis.
  17. Cumplir con todo nuestro deber conocido y, después, sentir que no merecemos nada bueno y que no somos más que siervos inútiles, necesitados de toda la misericordia de Dios en Cristo, es el summum de la sabiduría terrenal (v. 5).
  18. No hay piedad sin confianza en Dios (v. 5). Si no tenemos confianza en Él, ¿cómo podemos tener piedad? Las grandes liberaciones deberían inspirar fuerte confianza en Dios.
  19. La confianza es un elemento de la fe, y sabemos que sin fe es imposible agradar a Dios. Los paganos se deleitaban en adorar objetos materiales, pero «nosotros debemos adorar a un Dios que no se ve, y buscar un bien que no se ve (cf. 2 Co. 4:18). Miramos con los ojos de la fe más allá de lo que podemos ver con los ojos materiales».
  20. Cuídense todos del engaño de confiar en que el futuro de este vida podrá proporcionar más disfrute que el que su experiencia del pasado les permite esperar (v. 6). Bickersteth: «Los jóvenes esperan hallarlo cuando crezcan y sean sus propios amos; los padres, cuando sus hijos se establezcan y obtengan su subsistencia; el mercader, cuando adquiera las riquezas y se asegure la independencia; el jornalero, cuando el trabajo del día o de la semana se haya acabado; el ambicioso, ganando poder y reputación; el codicioso, ganando dinero para suplir todas sus carencias; el amante del placer, en el disfrute terrenal; el enfermo, en la salud; el estudiante, ganando conocimiento; el que se justifica a sí mismo… (cf. Ro. 10:2-3)».
  21. Los grandes peligros normalmente preceden a los grandes ascensos. David lo aprendió. El camino hacia algún gran logro habitualmente es escarpado y escabroso. Esto es verdad respecto a todas las cosas, pero es especialmente verdad respecto a los logros morales. No se desalienten los hijos de Dios por la grandeza de su camino; ninguna cosa extraña les ha ocurrido.
  22. Las más dulces consolaciones son las que vencen a los dolorosos y terribles conflictos y aflicciones (vv. 6-7).
  23. En el versículo 7 hay una alusión a la vida feliz del agricultor. Fue una gran misericordia cuando, siendo el hombre sentenciado al duro trabajo por su pecado, Dios permitió que el trabajo normalmente fuese al aire libre, bajo la luz del sol y, generalmente, conforme a la libre disposición de cada cual. De todas las inocentes alegrías temporales de la tierra, pocas exceden a las del labrador. No hay vida más independiente.
  24. El pueblo de Dios no tiene dolor que escape al control y consuelo divinos (v. 7). Morison: «¡Oh, feliz religión de la cruz! ¡Puedes irradiar el escenario más oscuro con los brillantes rayos de la paz celestial! ¡Tus alegrías no son terrenales ni fugaces! Colman el alma en la que moran».
  25. Casi todo este salmo muestra el valor de una buena conciencia. ¿Cómo podría David haberse soportado a sí mismo, como lo hizo, excepto que estuviera libre de un corazón condenatorio?
  26. La condición del pueblo de Dios nunca es desesperada. Moller: «La esperanza en Dios les queda cuando son desprovistos de toda ayuda y protección humanas».
  27. El pueblo de Dios incuestionablemente posee el notabilísimo secreto de convertir el mal en bien (algo mucho más valioso que la piedra del alquimista de la fábula, que podía convertirlo todo en oro).
  28. Cuando Dios nos pone en algún lugar, no hemos de temer nada. El que nos llamó, puede sostenernos. David lo aprendió. Payson dijo que, si Dios le llamase a gobernar media docena de mundos, sería bastante seguro seguir adelante y, humildemente, hacerlo lo mejor posible; pero que no le parecería seguro intentar, sin que se le ordenara, gobernar otra tanta cantidad de ovejas.
  29. Si queremos asegurar las bendiciones de Dios, debemos alegar sus promesas. A los incrédulos, justamente se les coloca con los abominables. No deberíamos olvidar que una promesa hecha a todo el conjunto de los creyentes, es válida para asegurar los intereses de cada uno de ellos, y que una promesa hecha a cualquier creyente es, por fuerza, para el bien de todos los demás creyentes hasta los confines del mundo.
  30. Hagamos todo el esfuerzo de nuestra parte y, después, no confiemos en los medios, sino en Aquel que los ha ordenado. David huyó de sus enemigos, pero obtuvo su seguridad en Dios, no en la huida.
  31. El auto-examen es un deber de la verdadera religión bajo todas las dispensaciones. Si los hombres no fuesen muy insensibles al valor de las cosas eternas, se preocuparían más de este deber. Sin duda, algunos «tienen miedo y no quieren mirar en sus corazones, no sea que la conciencia les convenza y ponga de manifiesto su lamentable condición. El hogar les es demasiado caliente». Pero, ciertamente, el hombre sabio será honesto consigo mismo antes de que venga el día del juicio final. Todas las noches invitan especialmente a este deber. En ellas, reina el silencio; el mundo está ausente; el sueño, la misma imagen de la muerte, nos llama a pensar en las cosas eternas (v. 8). Aun algunos de los paganos hacían un repaso nocturno de su conducta moral durante el día.
  32. Al escribir sobre este salmo, el autor ha leído, con gran satisfacción, no pocas exposiciones y tratados sobre esta porción de la Escritura. Por otra parte, puede decir que nunca ha sentido más el peligro de escribir paparruchas o tomar la Escritura a la ligera, que cuando ha leído a otros autores. Cuando un predicador o escritor se propone tomar cualquier parte de la palabra de Dios a la ligera, tiene razón para temer que haya perdido su relevancia.
  33. ¡Cuán agradable es caminar con Dios y que derrame su consuelo en nuestra alma para reconfortarnos! (vv. 6-7). Bates: «La comunión con Dios es el comienzo del cielo, y difiere de la plenitud del gozo que hay en la presencia divina celestial tan solo en el grado y modo de cumplimiento; al igual que el resplandor rosáceo de la mañana tiene la misma luz que el glorioso brillo del sol a mediodía».
  34. Si el David literal estaba tan seguro y triunfó tan completamente, cuán endeble es todo el ejército que se levantó contra él (la raíz y la descendencia de David). Su descanso es ciertamente glorioso.
  35. Al igual que, o bien los partidarios de David o bien sus enemigos estaban ciertamente equivocados respecto a una gran cuestión pública, ahora, o bien los santos o bien los pecadores tristemente están haciendo el tonto. El uno o el otro ciertamente será abatido. Si los pecadores tienen razón, los santos son los más miserables de los hombres; si los santos agradan a Dios, los pecadores son lunáticos.

W. S. Plumer

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Salmo 3

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Observaciones doctrinales y prácticas

  1. Todo el mundo tiene sus propias dificultades. El rey está tan sujeto a las alternancias de alegría y tristeza como cualquiera de sus súbditos. Esto enseña todo el salmo. A veces, David probablemente fuera el hombre más afligido de Israel (v. 1). Quizá, además, haya una distribución de felicidad y miseria mucho más igualada de lo que, a veces, estamos dispuestos a admitir. Antes de quejarnos de nuestra situación por parecernos particularmente grave, consideremos la condición de algunos a nuestro alrededor, y comprobaremos cuánta similitud tienen con nosotros tanto los que están por encima como los que están por debajo nuestro en su posición social.
  2. Los mejores padres pueden tener los peores hijos. David tuvo a su Absalón. Esto no es común, pero es posible. Los efectos de una educación piadosa a menudo no se hacen manifiestos, hasta casi llegar a romper el corazón de los padres la maldad de sus descendientes. En algunos casos, de hecho, quienes han tenido los mejores ejemplos e instrucciones, viven y mueren en pecado. La gracia no es hereditaria. Dios es soberano.
  3. ¡Cuán necios son los que confían, para su felicidad, en el favor popular! Nada es más inestable. Puede que David anhele reinar y hacer el bien, pero cuando llega la rebelión, las masas se vuelven contra él (v. 1). Siempre ha sido así. Por un tiempo, Israel dice que no hay nadie como Moisés. Muy pronto viene la dificultad; entonces, murmuran contra él. El mismo pueblo que, en un momento, consideran a Pablo un asesino perseguido por la venganza divina, al momento siguiente, dice que es un dios. La misma multitud que clama: «Hosanna al hijo de David», a los tres días reclama su crucifixión. El aliento popular es inestable como el viento, y ligero como la vanidad. El que no se tenga, no prueba nada contra el valor de ningún hombre. El que se posea, no da derecho a ser estimado a ningún hombre.
  4. Los grandes delitos normalmente no se pueden ocultar. Parece que el plan de Dios es sacar a la luz las obras viles, aun cuando han sido cometidas por grandes y buenos hombres. Nuestro dicho es: «El asesinato se manifestará». Dios puede reunir a tantos testigos que, en cualquier momento, puede evidenciarse. El canto de un nido de pájaros llevó a alguien a confesar parricidio. La angustia de los hermanos de José les llevó a reconocer su culpa respecto a su hermano. Absalón parece haber sido el hijo favorito de David (cf. 2 S. 13:39). Sin embargo, fue el espino más agudo que se clavara en el costado de su padre. Así pues, Dios saca las malas obras de David y las castiga a plena luz del sol. Él sabe cómo hacer que el hierro penetre el alma de su pueblo errado.
  5. Si quieres conocer las cosas perfectamente, ve a la escuela a experimentar. ¡Cómo ayudan sus lecciones a sentar la cabeza, expulsar la necedad y poner ante nosotros las cosas de la salvación! En este salmo, David habla como quien sabe lo que afirma. Se le habían enseñado algunas dolorosas lecciones, pero habían sido de las más provechosas de toda su vida.
  6. Dios puede afligir en gran manera a sus escogidos aun después de haberse arrepentido verdaderamente de sus pecados (v. 2). Así fue en el caso de David. El Señor a menudo ve que es bueno para nosotros tener un triste recuerdo del pasado. Cuando nos prueba de este modo, caigamos en los brazos del que nos castiga. Henry: «Los peligros y temores deberían conducirnos a Dios, no lejos de Él». En cuanto llega la dificultad, David acude a Dios. Benditas palabras: «Siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo» (1 Co. 11:32).
  7. Cuando viene la aflicción, busquemos la causa. «¿Por qué contiendes conmigo?» (Job 10:2). No cejemos en la búsqueda hasta que hayamos hecho un trabajo exhaustivo. Y, cuando encontremos la causa de nuestros problemas, arrepintámonos profundamente delante de Dios. Nunca recibimos de Dios un golpe más de lo que merecemos y necesitamos para nuestra purificación o utilidad. Y nunca nos arrepentimos con demasiada frecuencia o humildad por nuestros pecados. Ellos son más aborrecibles de lo que jamás hayamos sentido. El verdadero arrepentimiento no es un arrebato; es un hábito.
  8. Pero cuídense los siervos de Dios de desesperar. Aférrense a Él más estrechamente cuanto más intensas sean sus aflicciones. La desesperación puede hacer una obra de valor prodigiosa, pero jamás ha realizado una gran obra de fe y paciencia. Diga a menudo a su alma todo hijo de Dios: «Espera en Dios». Nunca crean los santos al tentador cuando dice: «No hay para ellos salvación en Dios». La confianza humilde y obediente en Dios es siempre segura y sabia (vv. 2-3).
  9. Nunca actuamos más sabiamente que cuando hacemos lo correcto y confiamos en Dios para la protección de nuestras vidas y personas, y para la defensa de nuestros buenos nombres. Él es nuestro «escudo», y nos defiende. Él es nuestra «gloria», y nuestro honor está seguro en sus manos (v. 3). Dios mismo es la esperanza de Israel.
  10. ¡Cuán triste es la condición de los hombres cuando Dios ya no los ayuda! ¿En qué otra cosa podía confiar David en su aflicción, más que en Dios? Y no era su prueba mayor que aquella a que todos estamos sujetos. Podría haber sido más severa. Y si, cuando viene el día de la tristeza, Dios niega su auxilio, ¿no estamos perdidos? ¿Por qué no ven los malvados que están obrando su propia ruina, de la misma manera que Absalón avanzaba firmemente hacia su propia destrucción?
  11. Siempre es seguro seguir el trazo de la voluntad de Dios que claramente se nos muestra en su palabra o en su providencia. David sabía bien que Dios lo había llamado al trono y se lo aseguraría; y, por tanto, ve que otros están batallando contra el todopoderoso. Calvino: «Si nuestros enemigos, al perseguirnos, luchan contra Dios, y no contra nosotros, de la consideración de su actuación ha de extraerse, de inmediato, la firme convicción de seguridad bajo la protección de aquel cuya gracia, que Él nos ha prometido, ellos menosprecian y pisotean con sus pies». «Aunque todo el mundo una su voz para llevarnos a la desesperación, solo Dios ha de ser obedecido, y siempre debe albergarse esperanza en la liberación prometida de Dios» (v. 3).
  12. Tenemos predisposición a abusar de todo. Aun nuestra experiencia pasada de las misericordias de Dios pueden, por la dureza de nuestros corazones, llevarnos a no procurar más progreso en conocimiento y gracia. Por otro lado, algunos obtienen muy poco consuelo de las maravillosas liberaciones de los días pasados. En cada nueva dificultad, se comportan tan puerilmente como en pruebas anteriores. Ambos extremos son erróneos. No deberíamos pensar en el pasado diciendo que hemos sentido o aprendido suficientemente; sino que, cuando somos probados, deberíamos rogar a Dios sus anteriores bondades, y animarnos con su recuerdo (v. 4).
  13. La oración es eficaz. Los mortales nunca han blandido un arma más poderosa (v. 4). ¡Oh, si todos nosotros tuviésemos corazones para acudir a Dios con fuerte clamor, como debiéramos. Henry: «La preocupación y el dolor nos hacen bien, y ningún daño, cuando nos llevan a orar, y nos conducen no solo a hablar con Dios, sino a clamarle con fervor».
  14. El poder calmante de la piedad es maravilloso (v. 5). Clarke: «El que sabe que tiene a Dios como protector, puede acostarse tranquilo y confiado, no temiendo la violencia del fuego, el filo de la espada, los designios de los hombres perversos, ni la influencia de los espíritus malignos». Hubo un hombre que estuvo tendido al pie de un árbol en África, con un tigre cerca de él, a un lado, y un chacal, al otro. Huir de ellos era imposible. Así que los dejó que se observaran el uno al otro, se encomendó a Dios, se quedó dormido y despertó a la mañana siguiente, viendo que el sol había salido y que ambos animales de presa se habían marchado. Déjalo todo a Dios y no temas nada. Henry: «La verdadera fortaleza cristiana consiste más en una graciosa seguridad y serenidad de mente, en paciente aguante y paciente espera, que en atrevidas empresas, espada en mano».
  15. Cuando Dios sustenta nuestro «espíritu, persona y causa», ¿hay algo más razonable que tener valor? (v. 5).
  16. La guerra de los malvados con la Iglesia de Dios es completamente inútil. Las mismas oraciones de los santos de todas las épocas forman a su alrededor un baluarte de fuerza inexpugnable (vv. 4-7).
  17. Tan cierta es la victoria final, que puede celebrarse antes de obtenerse (v. 7). Morison: «Tan deleitosa es la confianza que inspira el espíritu de la oración de fe, que el salmista habla de victoria sobre sus enemigos como si, realmente, se hubiera producido».
  18. Por muy oprimidos, menospreciados, perseguidos y desamparados que estén los siervos de Dios, encomiéndense a su misericordia y confíen en su gracia (v. 8). El Señor se agrada de ello. De ningún modo podemos dar más abundante honor a Dios que engrandeciendo su gracia y confiando en su amor.
  19. ¡Con qué facilidad se desalientan fatalmente los malvados! David, en su huida, está confiado. Ahitofel, en la corte, está desesperado y se ahorca.
  20. David fue un modelo de sufrimiento. Fue también un tipo de Cristo. Pero no está del todo claro que en este salmo haya de ser considerado típico. El Dr. Gill defiende con insistencia el carácter típico de David aquí. Pero muchos no consideran sus afirmaciones concluyentes. En un sentido, todo el pueblo de Cristo sufre con Él y, en algunas cosas, como Él; pero eso no los convierte en tipos de su Redentor. Por otro lado, no se enseña ningún error aludiendo a alguna porción de la historia sagrada, obteniendo de ella luz mediante comparaciones o analogías para explicar alguna otra parte, siempre que se haga con sano juicio y buen gusto. Así, Scott, sin encontrar aquí ningún tipo, simplemente dice: «Dejaremos de maravillarnos de las dificultades del rey de Israel, y casi dejaremos de pensar en nuestras pequeñas aflicciones, si miramos a Jesús como es debido, y contrastamos su gloria y su gracia con el desprecio y crueldad con que fue tratado. Habiéndose entregado a la muerte, santificó el sepulcro y se convirtió en las primicias de la resurrección. Su cabeza fue levantada, entonces, sobre sus enemigos, y así abrió el reino de los cielos a todos los creyentes. Sus enemigos, por tanto, ciertamente serán defraudados y perecerán; pero su pueblo puede descender al sepulcro, igual que a sus lechos, con esperanza y consuelo, pues el mismo Dios vela por ellos en ambos, y finalmente despertarán a eterna felicidad». Alexander: «Las expresiones están escogidas para adecuar el salmo a su principal propósito: proveer un modelo de sentimiento piadoso a la Iglesia en general y a sus miembros individuales en sus emergencias».
  21. Las contiendas y peligros de la guerra son una impactante –aunque inadecuada– representación de las terribles pruebas y enemigos que batallan en el corazón del pueblo sufriente de Dios en todos sus goces terrenales. Cómo sus pecados y tentaciones los engañan, traicionan, enfrentan, hieren y acercan a la muerte, de manera que los mejores de ellos apenas se salvan. Lutero: «Este salmo nos es provechoso para consolar las conciencias débiles y agobiadas, si entendemos –en sentido espiritual– por enemigos y hostilidad de los impíos, las tentaciones del pecado y la conciencia de una vida malgastada. Porque en esto es realmente afligido el corazón del pecador, solo en esto está débil y desamparado; y, cuando los hombres no están acostumbrados a levantar los ojos por encima de sí mismos ante las avalanchas de pecado, y a saber hacer de Dios su refugio ante una mala conciencia, hay gran peligro. Y es de temer que los malos espíritus, que en tal caso están dispuestos a apoderarse de las pobres almas, al final se las traguen y las lleven, a través de la angustia, a la duda».
  22. ¡De que modo tan extraño vienen las bendiciones sobre el cristiano! Su fuerza sale de la debilidad, su plenitud de la vacuidad, su gozo de la aflicción y su vida de la muerte. Apolinar llama al salmo tercero «cántico de lamento», y lo así. Sin embargo, ¿dónde hallaremos una expresión de mayor confianza que en algunas porciones de esta quejumbrosa composición?
  23. Este salmo muestra que, en un acto muy breve de devoción, cuando la mente se ejercita mucho en una cosa, se puede hacer uso de una rica variedad de imágenes y temas. En la devoción, la conexión lógica es de mucho menor importancia que el fervor, la humildad, la fe y el espíritu de sumisión e importunidad.

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Salmo 2

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Observaciones doctrinales y prácticas

  1. Este salmo nos muestra la naturaleza del pecado: es rebelión, la más perversa y atrevida, contrario a la única ley perfecta y al legislador del universo. Es ira y furor (vv. 1-3). Si al pecado se le dejase actuar, aniquilaría el gobierno de Dios; procura destronarle. Esto es verdad con todos los pecados; lo es en el caso de la incredulidad respecto a Cristo. Calvino: «Admítase como algo definitivo que todos los que no se someten a la autoridad de Cristo, le hacen la guerra a Dios. Puesto que a Él le parece bien gobernarnos por mano de su Hijo, quienes se niegan a obedecer a Cristo mismo, rechazan la autoridad de Dios, y es en vano que pretendan otra cosa […]. El Padre no quiere ser temido y adorado más que en la persona de su Hijo». Intentar algo en contra es atacar a la autoridad suprema del universo.
  2. Nadie puede expresar de manera adecuada la necedad del pecado (v. 1). Ciertamente, los pecadores «piensan cosas vanas». ¿Alguien ha visto u oído alguna vez a alguien en cuyo corazón el Espíritu de Dios derramase la luz de la verdad, y declarara después que su conducta pasada había sido irrazonable? ¿Algún pecador moribundo ha ensalzado alguna vez una vida perversa como muestra de sabiduría, o como el camino a la felicidad?
  3. No nos sorprendamos del desarrollo de la maldad (v. 2). Aunque parezca extraño, aun la oposición a Jehová y a su Cristo no es cosa nueva. Henry: «Cabría esperar que una bendición tan grande para este mundo como la santa religión de Cristo, habría sido universalmente recibida y abrazada, y que todo manojo se debería haber inclinado de inmediato al del Mesías, y todas las coronas y cetros de la tierra deberían haberse echado a sus pies; pero más bien ha ocurrido lo contrario».
  4. Las razones por las que los malvados se oponen a Dios y a Cristo son, en primer lugar, que por naturaleza tienen mentes carnales, que están en enemistad contra Dios (cf. Ro. 8:7). Los hombres por naturaleza aborrecen a Dios y a su Hijo. Siendo destituidos del amor a Él, y teniendo la mente una naturaleza activa, la enemistad es inevitable. Además, los hombres pronto descubren que las restricciones de la ley divina frustran sus planes egoístas y sus propósitos pecaminosos, así que se oponen a la Biblia, puesto que la Biblia se opone a ellos, y rechazan la autoridad de Dios, puesto que esta les es contraria (vv. 1-3). Dickson: «Aunque la ley y ordenanzas de Dios sean muy santas, muy equitativas, muy inocuas y, verdaderamente, muy provechosas, los malvados las consideran como las llaman aquí («ligaduras» y «cuerdas»), puesto que refrenan y contrarían su sabiduría carnal y vida licenciosa». Es imposible que hombres sin regeneración amen a Dios; están muertos en delitos y pecados.
  5. Es doloroso contemplar hasta qué punto los gobiernos del mundo son, hasta nuestros días, anticristianos. Y quienes los dirigen, a menudo están encantados de que sea así. Esto ha ocurrido desde antaño (v. 2). No hay gobierno terrenal que no tenga leyes, principios o usos en frontal oposición al cristianismo. Todos ellos, hasta cierto punto, aprueban la profanación del cuarto mandamiento. Siempre ha sido así. Resulta doloroso a la mente piadosa meditar en estos temas. Dickson: «Los principales instrumentos que Satanás levanta contra Cristo –para ser cabecillas y líderes de la gente pagana e impía que se opone y persigue al reino e iglesia de Cristo– son los magistrados, príncipes y hombres de estado, para maquillar su malicia con la sombra de la autoridad y de la ley». Esto es justo lo que se describe en este salmo. «Reyes» y «príncipes» se ponen en orden de batalla frente a la religión.
  6. No obstante, no se atemoricen los justos. Es fácil para Dios poner límites a sus enemigos de Él y de ellos (vv. 4-6). Su título apropiado es: «Rey de reyes y Señor de señores». Él hace lo que le place entre los ejércitos del cielo y los habitantes de la tierra. Mucho antes de su encarnación, Isaías vio su gloria y habló de Él. Newton: «Él es Señor sobre quienes le aborrecen. Los gobierna con vara de hierro y, así, convierte los designios de ellos (aunque en contra de sus voluntades) en los medios e instrumentos para promover sus propios propósitos y gloria. Ellos son sus siervos involuntarios, aun cuando se llenen de ira contra Él. Él tiene una brida en sus bocas para frenarlos y dirigirlos a placer. Puede y, a menudo, los controla cuando parecen más seguros de éxito, y siempre les pone límites, que no pueden traspasar». Todos sus enemigos serán puestos bajo Él. Ningún pie impío quedará sobre el cuello de los justos. Porque además:
  7. Es fácil para Dios destruir a sus enemigos (vv. 5, 9). Un leve golpe de su vara de hierro quebrará el vaso del alfarero. Ciertamente, los hombres no son, en su mejor situación terrenal, más que tiestos. Son débiles como el agua. El que escupe contra el viento, escupe a su propia cara. El que lucha con su Hacedor, certifica su propia destrucción. Dickson: «El Señor tiene su tiempo señalado, en que se levantará y turbará a los enemigos de su iglesia, en parte frustrando sus esperanzas, y en parte enviándoles graves plagas. «Luego […] los turbará con su ira». Así lo ha hecho siempre. Contémplese a Faraón, sus magos, sus ejércitos y sus caballos sumergiéndose, hundiéndose y descendiendo cual plomo en el mar Rojo. Ahí tenemos el fin de una de los mayores conspiraciones urdidas contra los escogidos de Dios. De treinta emperadores romanos, gobernadores de provincias y otros altos cargos, que se distinguieron por su celo y animadversión para perseguir a los primeros cristianos, uno enloqueció rápidamente tras ser tratado con brutal crueldad, otro fue muerto por su propio hijo, otro se quedó ciego, los ojos de otro se desencajaron de sus órbitas, otro fue ahogado, otro estrangulado, otro murió en miserable cautiverio, otro cayó muerto de manera demasiado horrible para relatar, otro murió de una enfermedad tan abominable que a algunos de sus médicos se les dio muerte por no poder soportar el hedor que invadía la habitación, dos cometieron suicidio, un tercero lo intentó pero tuvo que solicitar ayuda para terminar la obra, cinco fueron asesinados por su propio pueblo o siervos, otros cinco tuvieron las muertes más miserables y atroces, algunos de ellos sufrieron enfermedades nunca vistas, y ocho fueron muertos en batalla o tras ser capturados. Entre estos, estaba Julián el apóstata. En sus días de prosperidad, se dice que apuntó con su daga al cielo, desafiando al Hijo de Dios, a quien solía llamar «el galileo». Pero cuando fue herido en batalla, vio que todo había acabado para él, y sacó su sangre coagulada y la lanzó al aire, exclamando: «¡Tú has vencido, oh galileo!». Voltaire nos ha hablado de las agonías de Carlos IX de Francia, que hicieron salir la sangre de aquel miserable monarca por los poros de su piel, tras sus crueldades y traición a los hugonotes.
  8. La Escritura no puede ser quebrantada (vv. 6-8). El consejo de Dios ha de permanecer. Las promesas se confirman con juramento. Las amenazas se cumplen ante nuestros ojos cada día. Los preceptos son la verdad celestial y eterna. Las profecías no son más que los propósitos libres, soberanos, eternos e invariables, que se nos revelan. El cielo y la tierra pueden pasar, pero cada jota y tilde de la Escritura se cumplirá, del mismo modo en que este salmo segundo ha tenido y sigue teniendo su cumplimiento.
  9. El reino de Cristo ciertamente triunfará (v. 8). Nada puede impedir su progreso. Los acontecimientos aparentemente más adversos no han hecho más que acelerar su marcha hacia la perfecta victoria. La muerte del Salvador fue la señal de la caída del reino de Satanás. Las persecuciones en Jerusalén llenaron las naciones circundantes de nuevas y de heraldos de salvación. J. M. Mason: «El trono del Mesías no es una de esas telas ligeras que se fabrican por vanidad y que destruye el tiempo, sino que ha sido afirmado de antiguo, es estable y no puede ser conmovido, puesto que es el trono de Dios. El que se sienta en él es el Omnipotente. El ser universal está en su mano. La revolución, la fuerza y el temor, aplicados a su reino, son palabras sin significado. Álzate en rebelión si tienes valor. Asóciate con todo el poder infernal. Comienza por destruir todo lo que es justo y bueno en este pequeño globo. Continúa arrancando el sol de su lugar y asolando el mundo estelar. ¿Qué le has hecho a Él? No es más que la insignificante amenaza de un gusano a aquel cuyo enfado significa la perdición. «El que mora en los cielos se reirá». Una gota de su ira hace la vida intolerable. Una sonrisa de su rostro hace el cielo.
  10. La profecía, la historia, su falta de perfección, el ejemplo de Cristo y la enemistad de los malvados deberían llevar a los cristianos a esperar pruebas. ¿Por qué no habrían de hacerlo? Si no se les prueba de otro modo, cuando menos, la conducta de los malvados ha de llenarlos de pena. Ningún hombre bueno puede presenciar una conducta como la que se describe en los versículos 1-3, o unos juicios como los que se mencionan en los versículos 4, 5, 9, sin dolor. «Veía a los prevaricadores, y me disgustaba» (Sal. 119:158) es un capítulo de la historia de todos los que aman al Salvador. O, si por un tiempo, los enemigos de Dios parecen estar tranquilos, la corrupción interior afligirá a los piadosos. «Desde que el hombre fue echado del paraíso, ha intentado hallar o fabricar otro», pero nunca ha tenido éxito y nunca lo tendrá. Hay una necesidad en todo lo que acontece a los justos. «Dios en ningún momento niega algo a su pueblo por no tener la capacidad de dárselo, pero muchas veces le niega algo por no tener su pueblo la capacidad de recibir esa misericordia». Lutero: «Todos los que son cristianos sanos, especialmente si enseñan la palabra de Cristo, han de sufrir sus Herodes, sus Pilatos, sus judíos y sus paganos, que se aíran contra ellos, hablan muchas cosas vanas, se levantan y toman consejo contra ellos».
  11. Pero no se inquiete mucho el hijo de Dios por todas sus pruebas, por muy contrarias a la carne y sangre que resulten. Nunca pueden afectar a su relación con Dios. Él permanece fiel (vv. 6-7). Y nada puede perturbar su tranquilidad eterna. Lutero: «El que cuida de nosotros «mora en los cielos», habita muy seguro, libre de todo temor, y, si nos vemos envueltos en dificultades y conflictos, centra su atención en nosotros. Nosotros fluctuamos de un lugar a otro, pero Él permanece estable, y ordena las cosas de tal manera que los justos no seguirán siempre en dificultades (cf. Sal. 55:22). Pero todo esto ocurre tan en secreto que no puedes percibirlo bien, pues, para ello, tú mismo tendrías que estar en el cielo. Debes sufrir por tierra y mar, y entre todas las criaturas. Y no debes esperar consuelo en tus sufrimientos y dificultades hasta que te levantes, por la fe y esperanza, sobre todas las cosas, y anheles al que mora en los cielos, pues también tú moras en los cielos, pero solo en fe y esperanza».
  12. La humanidad del Mesías generalmente se sostiene y se cree. En otros tiempos, la negaban algunos. Si estuviese en peligro ahora, los piadosos se levantarían maravillosamente en su defensa. Y no deberían sorprenderse los herejes de que los ortodoxos muestren semejante celo al defender la doctrina de la verdadera y propia divinidad de Cristo. La Biblia está llena de ella (vv. 1-3, 6-7), expuesta por hombres inspirados. A un Dios-hombre Mediador encomendaron sus almas todos los regenerados en el día de su desposorio con Cristo. J. M. Mason: «La doctrina de la divinidad de nuestro Señor no es, como hecho, de más interés a nuestra fe que, como principio, esencial a nuestra esperanza. Si no fuese el Dios verdadero, no podría ser la vida eterna. Cuando agobiado por la culpa y anhelante de felicidad, busco al libertador que mi conciencia, mi corazón y la palabra de Dios me aseguran que necesito, ¡no te burles de mi agonía dirigiéndome a una criatura, a un hombre, a un mero hombre como yo! ¡Una criatura! ¡Un hombre! Mi Redentor posee mi persona. Mi espíritu inmortal es su propiedad. Cuando haya de morir, deberé ponerlo en sus manos. ¡Mi alma! ¡Mi alma infinitamente preciosa encomendada a un mero hombre! ¡Convertida en propiedad de un mero hombre! Yo no confiaría mi cuerpo al ángel más excelso que resplandece en el templo celestial. Solo el Padre de los espíritus puede tener la propiedad de los espíritus, y ser su refugio en la hora de transición del mundo presente al venidero». Si hay un título, atributo o grado de honor correspondientes al Padre y que demuestren su divinidad, que no correspondan también al Hijo, los enemigos de la divinidad esencial de Cristo no los han señalado. La vital utilidad de esta doctrina se enseña claramente en la Escritura. «¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 J. 5:5).
  13. El obispo Beveridge tiene un sermón sobre Salmos 2:11, cuyo objeto es mostrar «la obligación de las autoridades de promover la religión». Él ha expuesto claramente su argumento, pero cuando tiene que señalar la manera en que ha de cumplirse el deber, presenta puntos de vista en conflicto con ideas albergadas por gente piadosa de nuestro país, y por la gran mayoría de disidentes en Inglaterra. Sin embargo, tiene razón al insistir –y nosotros hemos de insistir también—en que ningún hombre está exento de la obligación de dar a conocer la salvación del evangelio, y remover las piedras de tropiezo, y quitar los obstáculos para la extensión de la verdad. En este asunto, cada cual ha de emplear toda la influencia que Dios le ha confiado. Especialmente, está obligado a adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador con un ejemplo piadoso.
  14. Es muy de lamentar que tantos, con autoridad o sin ella, no solo nieguen su ayuda para difundir el evangelio, sino que hagan mucho por obstaculizar esta buena obra. Nadie nos ha dicho qué ocupación hay más terrible que oponerse a la extensión del conocimiento de la salvación (vv. 9, 12). Pablo dice de ciertos judíos de su tiempo que «se oponen a todos los hombres,impidiéndonos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pues vino sobre ellos la ira hasta el extremo» (1 Ts. 2:15-16). Enemigos de la extensión del evangelio, las señales de la perdición están ahora sobre vosotros. Vuestros débiles esfuerzos por derribar la obra de Dios son impotentes. J. M. Mason: «La causa misionera ha de triunfar finalmente. Es la causa de Dios, y prevalecerá. Los días avanzan rápidamente, y el grito de las islas se unirá al trueno del continente; el Támesis y el Danubio, el Tíber y el Rin, invocarán al Éufrates, al Ganges y al Nilo; y al potente concierto se sumarán el Hudson, el Misisipi y el Amazonas, cantando con un solo corazón y a una sola voz: “¡Aleluya! ¡Salvación! ¡El Señor Dios Omnipotente reina!”».
  15. También está claro en este salmo que es apropiado dirigirse a los hombres de manera explícita y particular (v. 10). No es que los heraldos de la cruz, en asambleas heterogéneas, hayan de exhibir a personas particulares antes los asistentes. Pero la palabra de Dios debe predicarse de forma discriminada. Todo hombre debería tener su ración de comida a su debido tiempo. Magistrados, senadores, ricos y pobres, a todos deben los ministros tratar de manera adecuada. Los hombres no aprenden su deber o sus pecados simplemente con insinuaciones y alusiones, sino tan solo mediante una honesta declaración, un valiente y delicado anuncio de la verdad. Los siervos de Dios han de proclamar que «no es impropio de los mayores monarcas estar sujetos a Cristo Jesús, admirarlo, someterse a Él y procurar servirle según su poder; pues el mandato a todos, y a ellos en particular, es: “Servid a Jehová con temor”».
  16. Hay equilibrio en todas las gracias del cristiano (v. 11). Su fe concuerda con la humildad y, por tanto, no es presuntuosa. Su celo es bondadoso, gentil y benevolente; por tanto, no degenera en fanatismo e ira. Su penitencia contiene esperanza y, por tanto, no implica desesperación. Su temor contiene gozo y, por tanto, no conlleva angustia. Su gozo contiene temor y, por tanto, no se transforma en frivolidad. Bates: «Este temor de Dios califica nuestro gozo. Si sustraes el temor del gozo, el gozo se tornará ligero y lascivo; si sustraes el gozo del temor, el temor se tornará, entonces, servil». Hay simetría y armonía en el carácter cristiano. No es un batiburrillo, no es una contradicción, sino que es una unidad.
  17. Los hombres deben confiar además de obedecer, y obedecer además de confiar. La piedad sin confianza en Dios es imposible (v. 12).
  18. Si en la obra de la redención hay lugar para la intercesión de Cristo, aun después de su exaltación (v. 8), ciertamente no es cosa extraña que los cristianos, en esta vida de pruebas, encuentren necesario recurrir a la oración.
  19. Nadie que oiga el evangelio puede dar una razón sólida para perecer (v. 12). Existe una pregunta que los malvados no podrán responder jamás: «¿Por qué moriréis?». Su pecado consiste en que, «por [su] dureza y por [su] corazón no arrepentido, atesora[n] para [sí] mismo[s] ira para el día de la ira» (Ro. 2:5). Todo está contra ellos. ¡Oh, lector, sé sabio! ¡Vuélvete y vive! Newton: «Mi corazón te desea la posesión de los principios que pueden sostenerte en todos los cambios de la vida, y hacer cómoda tu almohada en la hora de la muerte. ¿No deseas ser feliz? O ¿puedes ser feliz demasiado pronto? Muchas personas te están mirando ahora, las cuales estuvieron una vez como tú estás ahora. Y no dudo de que están orando para que estés como están ellos ahora. Intenta orar por ti mismo. Nuestro Dios ciertamente está en medio nuestro. Su gracioso oído está atento a todo suplicante. Búscale entretanto que puede ser hallado. Jesús murió por los pecadores, y ha dicho: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37). Él es, asimismo, el autor de la fe por la cual, únicamente, puedes acercarte a Él de manera adecuada. Si se la pides, te la dará; si la buscas, del modo que ha señalado, ciertamente la hallarás. Si rechazas esto, no quedan más sacrificios por el pecado. Si no eres salvo por la fe en su sangre, estás perdido para siempre. Oh, “besad al Hijo, porque no se enoje, y perezcáis en el camino, cuando se encendiere un poco su furor. Bienaventurados todos los que en él confían (RVA)”».
  20. «Indecible debe de ser la ira de Dios, cuando se encienda plenamente, puesto que la perdición puede llegar cuando se encienda solo un poco» (v. 12).
  21. «La remisión del pecado, la liberación de la ira, la comunión con Dios y la vida eterna son los frutos recibir a Cristo, hacer un pacto con Cristo y descansar en Cristo; pues «bienaventurados [son] todos los que en él confían» (v. 12).

W. S. Plumer

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Salmo 1

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Observaciones doctrinales y prácticas

  1. Siempre ha sido y siempre será verdad que, si los hombres quieren ser salvos, deben abandonar la mala compañía (v. 1). El que va con la multitud a hacer el mal, irá con la multitud a sufrir el castigo. «La compañía de los necios será destruida». El que persistentemente anda, está y se sienta con los impíos, yacerá con ellos en desesperada aflicción. Bishop Hall: «A menudo me he preguntado cómo pueden retener los peces su sabor dulce, a pesar de vivir en aguas saladas, cuando todas las cosas participan de la naturaleza del lugar donde habitan y de lo que está a su alrededor. Así ocurre con la mala compañía, porque, además de manchar nuestra reputación y hacer que piensen mal de nosotros, aunque seamos buenos, también nos inclina, insensatamente, al mal, y fomenta en nosotros, si no aprobación, sí menor desagrado de los pecados a que nuestros ojos y oídos están continuamente habituados. Por esta razón, por la gracia de Dios, siempre la evitaré. Puedo tener mala compañía, pero jamás tendré un compañero malvado».
  2. Toda predicación y literatura que, sistemáticamente, no trace una marcada línea entre los amigos y los enemigos de Dios, no puede beneficiar mucho a las almas de los hombres. Entender las verdades de la palabra de Dios con sentido discriminatorio es sumamente bíblico. Eso aprendemos del salmo primero y de todos los escritores sagrados. Jamás se niegue ni se olvide la diferencia entre pecado y santidad, entre santos y pecadores. Solo la eternidad mostrará cuán grande es.
  3. Los malvados, naturalmente, van de mal en peor. Primero, andan en malas sendas; después, están en camino de pecadores; finalmente, se sientan en silla de escarnecedores. Ruffin: «Andar en el consejo de los impíos es aprobar sus malvadas maquinaciones. Estar en camino de pecadores es perseverar en malas obras. Sentarse en asiento de escarnecedores es enseñar a otros el mal que uno mismo practica». Nadie se hace muy vil de repente. Hay crisis en las vidas de los malvados, pero la aproximación a ellas es gradual. Los inconversos están muy ciegos. El escarnecedor piensa que es muy filosófico, y libre de caprichos y prejuicios; pero es víctima de sus pasiones, siervo del pecado y esclavo del diablo. ¿Quién ha visto alguna vez a un infiel sincero? El escarnio es un viejo artificio para acallar la conciencia. Hengstenberg: «La burla religiosa es tan antigua como la caída». Cuídate de ella y de todo lo que conduce a ella. Cuando el hombre comienza a descender, no puede decirse en qué momento se detendrá. La gracia puede arrestarlo en cualquier momento de esta vida. La muerte puede terminar de repente su carrera terrenal. Dejado a sí mismo, su perdición eterna es segura. Ni aun el escarnio le alarma, pues cuanto más lejos va, más ciego está. Todo pecado endurece el corazón, aturde la conciencia y apaga la luz de la verdad.
  4. Ningún hombre se piense a salvo porque otros que llevan una vida similar no se alarmen de su situación (v. 1). A menudo hay una tranquilidad particular justo antes del terremoto. Probablemente, el sol salió tan radiante la mañana de la destrucción de las ciudades de la llanura como siempre lo había hecho. Los impíos a nuestro alrededor pueden burlarse de los juicios amenazantes. Pero eso no les librará. Las mofas de los impíos manifiestan que la ira está a las puertas. «Ya de largo tiempo [su] condenación no se tarda, y su perdición no se duerme» (2 P. 2:3).
  5. Es una gran cosa tener afecto por la religión y la verdad espiritual (v. 2). Deleitarse en las cosas divinas es tan necesario como ver su importancia o creer su realidad. Debemos amar, además de conocer. Si tenemos discernimiento espiritual, nuestros afectos serán conmovidos. Ningún hombre puede percibir realmente la belleza sin ser afectado por ella.
  6. El que quiera ser verdaderamente bienaventurado, debe convertirse en estudiante de la Escritura. No hay sucedáneo para esto. La palabra de Dios puede hacer a los hombres sabios para salvación. Es viva y poderosa. Nada penetra igual el corazón del hombre. Para el hombre bueno, tiene autoridad. Aun los diablos conocen y, hasta cierto punto, sienten su poder (cf. Mt. 4:11).
  7. Cualquier religión que deseche la ley de Dios es espuria. No es la religión del salmista (v. 2). No es la religión de Jesucristo (cf. Mt. 5:17-18). No es la religión de sus apóstoles (cf. Ro. 3:31). El antinomianismo es una de las peores formas del error. Hace a Cristo ministro de pecado.
  8. No es de extrañar que quienes son verdaderamente piadosos crezcan en pureza. Sus pensamientos reposan en los temas más nobles. Meditan en la palabra de Dios (v. 2). Esto da una asombrosa elevación a sus caracteres. Y el Santificador bendice especialmente la verdad revelada para el bien espiritual de todos los santos. Por la fe tomamos posesión de las promesas, y Dios las cumple. Las grandes y gloriosas verdades son apropiadas para refinar nuestras naturalezas.
  9. Aunque este es un mundo de maldad y sufrimiento, incluso aquí los justos tienen verdadera bienaventuranza (vv. 1, 3, 6). No es completa, como será tras la resurrección, ni perfecta, como será inmediatamente después de la muerte; pero es sólida, genuina y duradera. Es de Dios. Su confianza es en Él, que sabe dar gracias y consuelos en su justa medida y en el momento adecuado. Las circunstancias de los justos varían, pero su condición es estable. Los dones salvíficos de Dios son firmes. Con los santos, algo se ha establecido. Su paz ha sido asegurada por un pacto eterno. Sus principios son fortalecidos por la gracia divina. Son como el monte Sión, que no puede ser conmovido, sino que permanece para siempre. Clarke: «El asunto más trascendente del hombre es la situación en que estará después de que esta breve y transitoria vida haya acabado. Y, en la medida en que la eternidad es de mayor importancia que el tiempo, deberían los hombres interesarse por la base sobre la que descansan sus expectativas respecto a esa situación perdurable, y por las certezas en que se apoyan sus esperanzas o sus temores». Aun los malvados a menudo admiten que, para el mundo venidero, los justos han escogido la buena parte, la cual no les será quitada. En esta vida, a los justos pueden ocurrirles cosas difíciles de soportar. Cummings: «El hombre que ha nacido de nuevo y procura ser santo, como Dios es santo, es cual pobre ave cautiva en su jaula. La jaula no puede matar al ave, pero el ave tampoco puede liberarse de la jaula, sino que solo puede seguir esperando, perseverar, cantar, buscar y aguardar la hora de su libertad. Se acerca su perfecta emancipación en reinos más brillantes y días mejores».

Pero los que niegan que la piedad proporciona deleite aun en esta vida, son ignorantes de su naturaleza. Presenta los temas más gloriosos, inspira las esperanzas más bienaventuradas y proporciona las ocupaciones más elevadas. Nada en el servicio del pueblo de Dios es degradante. Enseña al alma a reposar en el seno de Dios. South: «El placer del hombre religioso es un placer cómodo y ligero, que se lleva en el seno sin llamar la atención de los ojos o despertar la envidia del mundo. El hombre que reduce todos sus placeres a este, es como el viajero que reduce todos sus bienes a una joya; el valor es el mismo, y el provecho mayor». Si alguien pregunta cuáles son las bases de las ventajas de los justos respecto a los impíos, es fácil mostrar algunas de ellas. En primer lugar, el justo tiene la verdad de su lado. Sus esperanzas y su causa no están basadas en la falsedad, el error, la mentira, el engaño, la ficción o la fantasía. La verdad sobrevivirá a todos sus oponentes, aunque por un tiempo pueda caer en las calles. De manera que el hombre sabio aceptaría el legítimo título de un acre de tierra antes que el título espurio de muchas hectáreas; preferiría ser acusado de asesinato, del que fuese inocente, antes que culpable de asesinato, del que no sospechasen. El verdadero derecho a un penique realmente vale más que el derecho ficticio a una libra. La razón es que, al final, la verdad, aun en esta vida, normalmente se manifiesta. En el mundo venidero, no puede ser ocultada. «Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz» (Mr. 4:22). «Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer ocultas» (1 Ti. 5:24-25). Más aún, el justo está del lado del deber. Honestamente pretende y procura hacer lo que es justo, por ser justo y obligatorio. En general, aun aquí vemos que la fidelidad trae las mejores recompensas. El incumplimiento del deber a veces trae aparente comodidad y provecho. Pero ¿quién no preferiría la rectitud de José que la traición de Ahitofel? Cuando el señor está en un largo viaje, los siervos perezosos y desobedientes pueden pensar que sus hermanos fieles se preocupan sin necesidad; pero, en el día del juicio, tanto los santos como los pecadores verán que una vida empleada en el servicio de Dios acaba felizmente, mientras que una vida malvada solo conduce a la miseria. Además, el pueblo de Dios tiene la justicia de su lado, y existe la impresión general y bien fundada de que nada constituye un escudo más amplio para nadie que tener la razón de su lado. Y los santos saben que «Dios no es injusto para olvidar [su] obra y [su] trabajo de amor» (He. 6:10). A más de esto, Dios, con todos sus atributos, está del lado de los justos. Y, «si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Ro. 8:31). Esto es razonamiento inspirado. Es también claro y fácil para la comprensión de los simples. Pero no es todo. El justo considera sus mayores intereses. Antepone el alma al cuerpo, la eternidad al tiempo, y tiene razón. Si su alma es sustentada, recuerda que «no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt. 4:4). Si ante él hay una bienaventurada eternidad, con razón considera que importa poco cuánto pueda sufrir en este mundo. Nada es de tanta trascendencia como el bienestar eterno. Además, los justos no tienen guerra con sus conciencias o mejores sentimientos. Jesucristo a menudo ha llamado a sus amigos a sacrificar la comodidad, la fama, los bienes terrenales, las viejas amistades y aun la vida misma. Pero bendito sea su nombre, pues que jamás ha pedido a ningún hombre que manche su conciencia ni mancille su honor mediante algún acto de mezquindad. Si Eugenio Beauharmais quiere conservar el favor imperial de su padrastro Napoleón, debe aceptar públicamente el deshonor traído a su propia madre. Pero el Todopoderoso jamás ha llamado a ninguno de sus siervos a hacer algo bajo. Dios siempre deja la buena conciencia y los buenos principios intactos; de hecho, los fortalece grandemente. ¿Cómo no van, entonces, a ser bienaventurados los justos?

Lutero: «La práctica de todos los hombres es buscar la bienaventuranza, y no hay hombre sobre la tierra que no desee que le vaya bien y sienta pena si le fuese mal. Pero el que habla en este salmo con voz del cielo, abate y condena todo lo que los pensamientos de los hombres pudieran deliberar y maquinar en este asunto, y expone la única descripción verdadera de la bienaventuranza, de la cual el mundo entero no sabe nada, declarando que solo es bienaventurado y próspero aquel cuyo amor y deseo son dirigidos a la ley del Señor. Esta es una breve descripción y, realmente, va contra todo juicio y razón, especialmente contra la razón de los sabios según el mundo y los altivos. Como si hubiese dicho: ¿Por qué os preocupáis tanto de buscar consejo? ¿Por qué siempre estáis maquinando en vano cosas sin provecho? No hay más que una perla preciosa, y la ha hallado aquel cuyo amor y deseo es hacia la ley del Señor, y que se separa de los impíos; todo le va bien a él. Pero quien no halla esta perla, aunque busque con el mayor esfuerzo y trabajo el camino de la bienaventuranza, jamás lo hallará». El profeta Isaías habla en el mismo sentido (cf. Is. 55:2-3).

  1. Raza vez abandonan los hombres una vida malvada, hasta que no se convencen de su miseria. En consecuencia, las Escrituras fielmente les declara su desgracia (vv. 4-6). El hijo pródigo no vino en sí hasta que empezó a alimentar a los cerdos. La virtud en realidad no consiste, meramente, en buscar la felicidad; pero nos es útil ver que el dolor sigue al placer pecaminoso, y que un Dios justo no permitirá que un camino de maldad triunfe sobre toda bondad. El infierno sigue de cerca los talones de la transgresión. Los ríos no corren hacia el mar con más naturalidad que tiende a la destrucción la iniquidad. Sobre este punto, la palabra de Dios es clara y enfática. Sepan los malvados que son pobres y miserables (cf. Ro. 3:16; Ap. 3:17).
  2. Los impíos, aunque sean muy morales, afables o seguros de encontrarse en una buena situación, están destituidos de la vida espiritual, del favor de Dios, del carácter santo, de las esperanzas bien fundadas (vv. 4-6). El hecho es que tienen mucho por lo que llorar y nada por lo que alegrarse. La lista de sus carencias es horrible. Pablo resume su condición en la falta de cinco cosas: están sin Dios, sin Cristo, sin la iglesia, sin el pacto y sin esperanza (cf. Ef. 2:12). ¿No basta esto para alarmar a cualquier hombre pensativo? Un brazo humano separado del cuerpo, del cual es miembro, no puede vivir. Ha de perecer. Por tanto, el alma separada de Dios ha de perder todas las posibilidades de felicidad permanente y, al final, llenarse toda de miseria. Aun lo que los malvados parecen tener, en breve les será quitado; todas sus obras y esperanzas serán arrebatadas como el tamo.
  3. La doctrina del juicio eterno no es ninguna novedad (v. 5). Fue predicada con tremenda solemnidad a los pecadores del mundo antiguo (cf. Jud. 14-15). Se enseña claramente en el salmo primero. «Ewald acertadamente relaciona las palabras [del versículo 5] con la progresión de la justicia divina, que está perpetuamente avanzando, aunque no sea visible en todo momento. Todas las manifestaciones de la justicia punitiva están incluidas en ella. “Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”» (Ec. 12:14). Que se preparen los malvados para encontrarse con su Dios. Ha de haber un juicio. Dios lo ha dicho. La justicia lo requiere.
  4. Uno de los efectos más impresionantes del juicio final será una perfecta y eterna separación entre los justos y los malvados (v. 5). Por tanto, no podrán encontrarse nunca más. Aquí a menudo viven juntos, protegidos por las mismas leyes, habitando en la misma ciudad, frecuentando los mismos lugares de culto, de trabajo y de recreo, miembros de la misma familia o aun durmiendo en la misma cama; y, sin embargo, cuando en el último día se separen, su relación nunca será renovada, mientras dure la eternidad. La aparente confusión de las cosas en esta situación presente dará lugar a una gran y bienaventurada aclaración, y a una eterna separación de las ovejas de las cabras.
  5. Cuán bienaventurada será la reunión de los justos, cuando todas las palomas vengan a sus ventanas, todas las ovejas estén en un redil lejos del acecho de los animales salvajes, todos los hijos sean reunidos en la casa de su Padre, con sus muchas mansiones, los exiliados regresen a su ciudad en eterna paz y con eterna alegría. Los justos tienen y tendrán lo opuesto a los malvados, como se da a entender en el versículo 5. Por otro lado, no es el descanso de los justos inconsistente con la actividad eterna, ni con la perfección de la comunión de los santos. Las Escrituras a menudo representan el cielo como una condición social. La iglesia en la tierra es un tipo de la iglesia en los cielos. No lloremos, desesperados, a nuestros hermanos en Cristo que han partido. Están en la ciudad de Dios. «Allí están nuestros tesoros, inmutables y brillantes. Aguardemos con esperanza. No se han perdido, sino que se han marchado antes; solo se han perdido como las estrellas de la mañana, que se apagan para que aparezca la luz de un cielo más brillante; se han perdido para la tierra, pero no para nosotros».
  6. Las miserias de los malvados en parte serán sociales (v. 5). «No se levantarán […] en la congregación de los justos», sino que se mezclarán con todos los viles y malignos ángeles caídos y hombres incorregibles (cf. Is. 14:9-19). Su condenación y desgracia serán terribles. Cristo «quemará la paja en fuego que nunca se apagará» (Mt. 3:12). Para significar destrucción eterna e irreparable, Dios ha empleado una variedad de expresiones que indican angustia insufrible. «La senda de los malos perecerá». Y toda la desgracia de los malvados será el fruto de sus propias acciones. Cosecharán lo que han sembrado, y nada más. Su camino conduce al infierno, y a ningún otro lugar.
  7. Debería ser el gran asunto de nuestras vidas examinarnos a nosotros mismos, y ver si somos justos o impíos. Para este fin, en parte, nos es dado todo este salmo. La aversión a este deber no en una buena señal. Todos nosotros tenemos muchos motivos para advertir las palabras de Lutero: «Cuando la Escritura habla de los impíos, cuídate de pensar, como siempre hacen los impíos, que se refiere a judíos y paganos, o quizá a otras personas también; por el contrario, preséntate tú también ante esta palabra, como algo que te afecta y concierne también a ti. Pues el hombre de corazón recto y gracioso es celoso de sí mismo, y tiembla ante cada palabra de Dios». La verdad se manifestará. Ningún hombre empeorará su situación por escudriñarla honestamente. Algunos han escapado de una terrible destrucción averiguando a tiempo que se habían autoengañado. Amyrald: «Aunque la providencia de Dios, cuyos caminos son a veces inescrutables, no siempre hace una distinción muy notable entre los justos y los malvados, la vida futura los distinguirá de tal manera que nadie podrá dudar más quiénes siguen la senda de la verdadera prosperidad». De todas las necedades de los hombres, ninguna puede ser peor que la de esconder a sí mismos su verdadera condición y carácter.
  8. Aprendamos el arte de aplicar la palabra de Dios a nuestros propios casos. Quien así emplee este salmo, será muy beneficiado. Es una cosa pobre esconder la verdad de nuestros corazones, mirando simplemente la letra de la Escritura. La crítica, cuando es fría, puede engañarnos con la misma facilidad que cualquier otra cosa. Hemos de tener iluminación divina y unción espiritual, o de lo contrario todo nuestro aprendizaje solo servirá para hacernos mayores necios. El conocimiento de muchos hombres, al no estar santificado, solo sirve de antorcha para alumbrarles hasta el infierno. Confían en que no están en peligro, puesto que estudian las Escrituras con gusto y juicio, pero olvidan que el discernimiento espiritual es esencial para la salvación. El método de McCheyne de aplicar la Escritura era convertir cada versículo en una oración.
  9. Las enseñanzas sencillas y claras de la Escritura son las cuestiones de peso, que reclaman inmediata y universal atención. El que hace adecuado caso de las verdades que se enseñan en el salmo primero, verá que es guiado hasta entender la voluntad de Dios lo suficiente para ser infaliblemente salvo. Los grandes misterios de la salvación los entienden mejor quienes, adecuadamente, reciben las enseñanzas más sencillas de la palabra de Dios y las ponen en práctica.
  10. En todo nuestro estudio de la palabra de Dios, debemos tener fe (cf. He. 4:2). Esta gracia del Espíritu es de la mayor importancia. Sin ella, siempre nos extraviamos, vivimos en tinieblas y somos hechos miserables por los remordimientos causados por nuestras propias mentes. «Nada mayor puede decirse de la fe que el hecho de que es la única cosa que puede desafiar a las acusaciones de la conciencia». Esto lo hace contemplando al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Cristo Jesús es la única esperanza de los pecadores que perecen.

W. S. Plumer

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Salmo 35

Con una semana de retraso, tenemos la satisfacción de ofrecer un nuevo comentario al Libro de los Salmos. A partir de ahora, en este período de vacaciones, trataremos de ir publicando los Salmos 1-11, según los vayamos traduciendo. Esperamos que sigan siendo de edificación para nuestros lectores.

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Observaciones doctrinales y prácticas

  1. El Señor es el Abogado de su pueblo. Disputa (v. 1). Sus méritos se pondrán de manifiesto. Aquí a menudo se les niega la defensa; y, cuando se permite, a menudo es débil. Pero el Abogado infinito mostrará su justicia como la luz, y su juicio como el mediodía. Habrá una aclaración final y perfecta de todos los asuntos, contiendas y disputas humanas.
  2. Bien puede reconciliarnos con las pruebas que afectan a nuestro buen nombre, nuestros derechos legales e incluso nuestras vidas, leer este salmo. David fue un «santo varón, eminente tanto por su beneficencia como por su inocuidad hacia todos los hombres; y, por su cortesía y mansedumbre, había merecido, en público y en privado, la estima y favor de todos». Sin embargo, fue calumniado, aborrecido y vilipendiado; verdaderamente, se le persiguió como a un animal salvaje. Su buen nombre fue completamente despedazado.
  3. El Señor es Juez (vv. 1, 24). Es el Juez de toda la tierra. Es conocido por los juicios que ejecuta. Para los piadosos es y siempre será de alegría que haya un tribunal sobre todas las audiencias de la tierra (cf. Ec. 5:8). Una gran parte de las averiguaciones de los tribunales y las sentencias de los jueces sobre la tierra, serán revertidas en el último día.
  4. El Señor es varón de guerra. Cuando es necesario, no solo echa mano del escudo y el pavés, sino también de la lanza, y avanza conquistando y para conquistar (vv. 1-3). Bendito sea su nombre, pues que pelea las batallas de los santos. Nadie puede resistirle. Él es el único ser en el universo que puede hacer tanto bien con pocos como con muchos, con instrumentos débiles como con instrumentos poderosos.
  5. Es un gran consuelo tener un viva experiencia del favor de Dios cuando habla a nuestra alma (v. 3). Deberíamos ser agradecidos por las promesas, por la fe que confía en las promesas y, aún más, por la viva experiencia de su dulzura. Si se buscase más la seguridad, se hallaría más a menudo.
  6. Bien podemos dejar a los enemigos en las manos de Dios. Él detendrá su loca carrera, «[cerrando]» (v. 3). Puede hacer esto de mil maneras. Aun Saulo de Tarso fue detenido, cuando menos lo pensaba.
  7. Cuando Dios dice: «Yo soy tu salvación», es necedad mirar hacia otra parte (v. 3). Nunca deberíamos atribuir a las criaturas lo que pertenece a Dios de nuestros éxitos.
  8. La derrota y destrucción de los malvados que son definitivamente incorregibles, será inconcebiblemente terrible (vv. 4-6). Ninguna lengua puede describirla. No hay ojo que la haya visto, oído que la haya escuchado, ni corazón que la haya concebido. Su juicio será perfectamente justo, terriblemente angustioso y absolutamente total. Cuando comiencen a deslizarse, su camino será tan resbaladizo que jamás se detendrán. Irán de las tinieblas a las profundas tinieblas. Y no será difícil su destrucción. Le es fácil al viento llevarse el tamo y el polvo de la era.
  9. No solamente pelean los ángeles por los santos, sino que pelean contra los malvados (vv. 5-6). Por mucho que los hombres puedan prepararse contra los enemigos visibles, no pueden hacer nada contra estos guerreros invisibles que persiguen a quienes pelean contra el pueblo de Dios. Si los hombres luchan contra Dios, han de esperar que sus ángeles luchen contra ellos. Si quieren tener a los ángeles de su lado, pónganse del lado de Dios.
  10. No hay nada en los principios o prácticas de la verdadera piedad que justifique la ira de los malvados contra los hijos de Dios. Su odio es sin causa (vv. 7, 19).
  11. Si otros practican las artes del engaño, seamos nosotros ejemplo de franqueza y simplicidad (v. 7). Cuanto más falsos sean otros, más deberíamos procurar evitar toda apariencia de engaño. Si la rectitud y la justicia no pueden salvar nuestra causa o crédito, al menos salvarán nuestra conciencia, lo cual es mejor.
  12. A pesar de toda su astucia, los malvados son grandes necios (v. 7). Son voluntariamente ignorantes de algunas cosas, sin las cuales no pueden actuar sabiamente. El rey de Siria no podía entender cómo todos sus planes contra Israel fracasaban (cf. 2 R. 6:8-12). Dickson: «Aunque los enemigos de los justos maquinen planes secretos contra ellos, no son tan secretos que Dios no pueda advertir de los mismos y mandar a los justos que oren a Él para frustrar el plan».
  13. Es asombroso que los malvados no esperen, en su interior, una derrota, cuando saben que no hay justicia en su contienda con la verdad y la justicia. Quítenseles sus lazos y hoyos, sus mentiras y mofas, y ¿qué les queda? (v. 7). Si creyesen que la causa de los justos no es mejor que la suya, saltarían de alegría. Pero ni con David, ni con Cristo, tuvieron en ningún momento esperanzas razonables de éxito.
  14. Los pecadores son tan ciegos y estúpidos que caen en sus propios lazos (v. 8). En este sentido, una generación no es más sabia que la anterior. Calvino: «Ni por un momento les parece en absoluto posible que sus estratagemas y ardides, sus prácticas malvadas y todas las trampas que tendieron a los buenos y a los simples, desemboquen en la destrucción de los mismos que las han maquinado».
  15. Maravillosa es la providencia que hace recaer sobre los malvados su castigo (v. 8). Buscaron la destrucción de otro, y se destruyeron a sí mismos. Morison: «Ocurre no pocas veces que, cuando un hombre está preparando males para sus congéneres, en realidad solo está forjando el arma de su propio castigo, y afilando el borde de las miserias que afligirán su alma!».
  16. Cuando los malvados perecen, hay griterío (v. 9). Los malvados, que sentían el puño de hierro de la tiranía, se alegran de deshacerse de esa maldición. Y los justos adoran al que ha puesto fin a las crueldades de sus opresores.
  17. Es de bendito consuelo y ayuda a los justos el que realmente no necesiten nada, sino que será para la gloria divina proveer; de manera que, en un sentido muy importante y alentador, su causa es la causa de Dios y, por tanto, ha de triunfar (v. 9).
  18. ¡Cuán miserable debe de ser la condición del hombre que no puede regocijarse en todas las liberaciones que Dios obra para los que confían en Él! (v. 9).
  19. Toda nuestra naturaleza debería alinearse con el Señor (v. 10). Dios justamente reclama el corazón, el alma, la mente y la fuerza, y los que en verdad son piadosos alegremente se lo dan todo. Sus huesos le alaban. Calvino: «Los hombres, en general, alaban a Dios de tal manera que apenas le dan la décima parte de lo que le deben».
  20. Cuando Dios obra, hace cosas maravillosas. Sus liberaciones son portentosas. No hay nadie como Él en consejo, en poderosos hechos y obras, y en gloriosa excelencia (v. 10).
  21. Al igual que las misericordiosas intervenciones de Dios demandan humilde gratitud, la esperanza de liberaciones futuras bien puede suscitar en nosotros la humilde promesa de los mayores servicios, cuando el rescate nos haya sido concedido. Dickson: «Es una forma de comprometer a Dios para que libre, el que el corazón del creyente se comprometa a glorificar a Dios tras su liberación».
  22. En Jehová, los pobres y necesitados tienen un protector, que es más que una contrapartida para todos sus opresores y atormentadores (v. 10). Él es el Amigo de los que no tienen amigos, el Padre de los huérfanos, la esperanza de los abatidos, la fuerza de los débiles. Su oficio y su deleite es tomar causas desamparadas y levantar a los que están postrados.
  23. Nadie se angustie mucho porque se levanten contra él falsos testigos (v. 11). Compárese con Mateo 5:11-12. Es una clase de cumplido para el buen hombre ser calumniado. Sus enemigos han de hablar mal contra él falsamente o no han de hablar en absoluto. Por tanto, se encuentra en el camino de precedentes seguros. Bienaventurado el que puede, al igual que el Maestro, decir a los acusadores: «¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?» (Jn. 8:46). El príncipe de este mundo no tenía nada en Cristo. Sus enemigos tuvieron muchas dificultades para conseguir testigos que pudieran contar una historia aceptablemente coherente contra Él (cf. Mt. 26:59-60). Aun así, el juez malvado y vacilante que se sentó a juzgarlo, fue obligado por su conciencia a decir reiteradamente a sus acusadores: «Ningún delito hallo en este hombre» (Lc. 23:4; cf. Jn. 18:38; 19:4, 6).
  24. En tiempo de difamación y falsa acusación, es una bendición indecible tener una buena conciencia (v. 11).
  25. Tholuck: «La opresión y la violencia nunca son más dolorosas que cuando proceden de quienes han experimentado las pruebas de nuestro amor» (v. 12; cf. Sal. 55:12).
  26. Nada demuestra más claramente la terrible maldad de los hombres impíos que la inversión que hacen de todas las grandes leyes de Dios. Estas dicen: «Devolved bien por mal». Pero ellos pagan mal por bien (v. 12).
  27. El ayuno era un modo apropiado de humillación bajo la ley (v. 13). Moisés no prescribió ningún ayuno específico excepto el del gran día de expiación (cf. Lev. 23:27-32). Pero al pueblo de Dios se le dejó que cada hombre juzgase por sí mismo cuándo se convocaba ayuno por causa de calamidades personales o públicas, excepto que de vez en cuando, por medio de un profeta inspirado, los hombres eran llamados a este deber. No es seguro, aunque es probable, que los patriarcas ayunaran. Bajo el evangelio, la ley del ayuno no establece ningún tiempo para este deber. Lo deja totalmente al juicio del pueblo de Dios en todas las épocas. Probablemente, ningún deber religioso haya sido más pervertido en tiempos antiguos y modernos (cf. Is. 58:3-12; Mt. 6:16-18). Los ayunos son de dos clases: totales o parciales. En aquellos, nos abstenemos de todo alimento; en estos, de alimento delicado. Bajo el evangelio, el ayuno es legítimo (cf. Lc. 5:35; Hch. 13:2-3).
  28. Orar por los enemigos y buscar su bien era un deber y, entre los mejores hombres, una práctica así bajo la ley como bajo el evangelio (vv. 13-14). Cristo mandó e hizo lo mismo. Un gran número de mártires oraron por sus asesinos. Cristo no dio ninguna ley nueva para que amásemos a los enemigos: simplemente rescató la antigua ley de la perversión y el descuido. David y Cristo oraron así. «El tipo era amable, la realidad divina». Una ferviente oración por los malvados enemigos, pidiendo sinceramente para ellos las bendiciones que buscamos para nosotros mismos, es una buena evidencia de un nuevo corazón.
  29. Sin ninguna piedad en el mundo, ¡cuánto se parecería la tierra al infierno! (vv. 15-16).
  30. Las tardanzas divinas demuestran paciencia divina y, si no responden a otro fin, aunque solo sea este, puede justificarlas (v. 17). Compárese con 2 Pedro 3:9, 15.
  31. Se admite que las misericordias públicas invitan a las gracias públicas, pero en algunos casos aun las misericordias personales invitan a las gracias públicas (v. 18). Nuestra religión no debería ser ostentosa, pero tampoco clandestina.
  32. Pedir que los malvados no prevalezcan contra nosotros y nos insulten, es rogar a Dios que ejercite sus gloriosos atributos de modo que engendre santo temor y firme confianza (v. 19).
  33. Cuando consideramos la inclinación de los malvados por la contienda y la trifulca, resulta asombroso que el mundo sea tan tranquilo (v. 20).
  34. No hay nuevas artes que empleen los malvados contra los santos y ministros de Dios. El recurso favorito de todas las épocas es el menosprecio. Esto es muy antiguo (vv. 21, 25).
  35. La mezquindad y la maldad caminan de la mano. Nada es más bajo que insultar a un hombre inocente que ha caído en desgracia. Sin embargo, los enemigos de David hicieron esto (v. 21).
  36. Es una gran misericordia que Dios conozca todas las circunstancias de cada caso, y observe el progreso de cada injusticia hecha a quienes confían en su nombre (v. 22).
  37. Dickson: «La situación más difícil que pueda sobrevenir al creyente es una circunstancia y situación tolerables, si Dios se acerca a su alma» (v. 22).
  38. Con sumisión a Dios, podemos apremiarle a no demorarse más en acudir en nuestro socorro (vv. 22-23).
  39. El último recurso de los santos en todas sus pruebas es la justicia de Dios (v. 24). Esta nunca les falla.
  40. Los corazones de los malvados hacen que todas sus batallas contra Dios y la piedad sean mortales. Tragarían y devorarían a los santos si pudieran (v. 25). En dieciocho siglos, han dado muerte a cincuenta millones de ellos.
  41. Cuanto más se engrandezcan los malvados contra los santos, mayor será al fin su vergüenza y confusión (v. 26).
  42. Los justos tienen motivo para todas sus alegrías. Dios mismo los sostiene en sus mayores júbilos (v. 27). No se alegran en algo insignificante cuando se regocijan en el Señor. No es fanfarronería gloriarse en Dios.
  43. No es menor el propósito que la esperanza de todos los santos pasar toda su existencia futura alabando y exaltando a Dios (v. 28).
  44. Al igual que Dios salvó a David de la mano de todos sus enemigos, salvará a todos sus escogidos de sus pecados y adversarios. El que puso a David en el trono de Israel y a Jesús en el trono de gloria, ciertamente exaltará a todo su pueblo en un reino eterno.

W. S. Plumer

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