Ofrecemos esta semana la última entrega de la introducción de Hans Joachim Iwand a la obra fundamental de Martín Lutero, De Servo Arbitrio. En ella sigue explicando la defensa que el gran reformador alemán hace de la soberanía de Dios, para pasar finalmente a presentar un pequeño bosquejo de los temas tratados por Lutero en su obra. La semana que viene, Dios mediante, nos hemos propuesto publicar también la breve introducción que el propio Lutero hace a De Servo Arbitrio, que esperamos pueda contribuir a despertar en nuestros lectores su interés por leer este clásico de la Reforma.
¡Dios se exterioriza a sí mismo! Esto es revelación en el sentido más amplio de la palabra. En ello está comprendido todo el actuar del Dios que habla con nosotros en su ley y en su Hijo. Pero el actuar de Dios no se agota en el actuar en su palabra: al lado del «Deus praedicatus» se coloca el «Deus absconditus»; al lado del Dios que nos es predicado, el Dios que, envuelto en oscuridad impenetrable, mudo y oculto, rige y controla cuanto acontece en el mundo. Cuando el lector haya llegado a las páginas donde Lutero habla de este doble –incluso contradictorio– actuar de Dios, sepa que se halla en la cúspide de toda la obra. Ambas cosas aparecen aquí una al lado de la otra: el actuar de Dios en sí, su actuar en la naturaleza y en la historia, en la vida y en la muerte, en la destrucción y en el juicio, en todo lo que sucede bajo el sol; y el actuar de Dios en su palabra. Erasmo quiere reducir ambas cosas a un denominador común. Erasmo ve en esta duplicidad un diteísmo, ve a Lutero en el peligro de enseñar la existencia de dos dioses. Y, sin embargo, Lutero no altera sus palabras. Un solo Dios actúa y gobierna en lo físico y en la palabra; el hombre empero no posee la capacidad, ni la posee otra criatura alguna, de comprender al Uno que está detrás de todo esto. En este confluir de oscuridad y luz, de enigma y conocimiento, solo vale una directiva: «Aférrate al Dios hecho carne, a Jesucristo el Crucificado». Aquí se hace evidente: la revelación de Dios seguirá siendo la excepción a la regla; hasta la consumación de los siglos permanecerá rodeada de la impenetrable oscuridad de lo que sucede; ella es «la luz que alumbra al pueblo que anda en tinieblas». La revelación de Dios es y seguirá siendo lo singular, lo indeducible, la libre acción de Dios que ha colocado en medio de este mundo de muerte y juicio su palabra para que mediante ella los hombres pudieran echarle mano, conocerlo, y creer en él. Seguir leyendo Introducción a De Servo Arbitrio (IV)