Santidad: la falsa y la verdadera (II)

Ofrecemos ahora la segunda parte del texto que publicábamos la semana pasada sobre la turbulenta experiencia de un creyente, presa de los movimientos de santidad. Próximamente, nos proponemos seguir publicando viejos escritos rescatados de las revistas «El Heraldo del Pueblo» y «El Estandarte de la Verdad», que nos parecen de interés para los creyentes de nuestro tiempo y para la sociedad en general. De momento, esperamos que el presente texto, continuación del anterior, pueda ser de edificación para nuestros lectores.

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Sol y nubes

Las semanas siguientes a la memorable experiencia relatada, viví en estado de felicidad, como en un sueño, regocijándome en mi supuesta impecabilidad. Solo había una idea en mi mente, y ya me hallara trabajando o en mis horas de ocio, casi no pensaba en otra cosa que en el maravilloso suceso que me había acontecido. Pero poco a poco empecé, como se dice, a bajar de las nubes. Yo era entonces empleado de un salón fotográfico, donde me relacionaba con gentes de gustos y hábitos variados, algunas de las cuales ridiculizaban, otras toleraban y aún otras simpatizaban con mis ideas radicales en cuanto a las cuestiones religiosas. Noche tras noche asistía a las reuniones, testificando en la calle y dentro del templo. Y pronto noté (sin duda otros también) que un cambio se apoderó de mis testimonios. Antes siempre había elevado a Cristo y dirigido al perdido a Él. Ahora, casi imperceptiblemente, mi propia experiencia se convirtió en el centro, ¡y me ponía a mí mismo como distinguido ejemplo de consagración y santidad! Este era el carácter predominante de los breves discursos pronunciados por la mayoría de cristianos «avanzados» en nuestra compañía. Los más jóvenes en la gracia engrandecían a Cristo. Los «santificados» se engrandecían a sí mismos. Pero hay un cántico favorito que pondrá de manifiesto esta realidad mejor que mis palabras. Todavía se suele usar ese himno en las reuniones del Ejército, y forma parte de su himnario. Daré solo una estrofa como ejemplo: Seguir leyendo Santidad: la falsa y la verdadera (II)

Santidad: la falsa y la verdadera (I)

Rescatamos un nuevo artículo de la revista «El Heraldo del Pueblo», publicado hace varias décadas, donde H. A. Ironside relata su amarga experiencia durante los primeros años de su vida cristiana, como consecuencia de haber caído en una falsa enseñanza respecto a la santidad. En realidad, se trata de un extracto de un libro escrito por el citado autor: Holiness: the False and the True. Puesto que el texto es algo extenso, lo publicaremos en dos partes. De momento, ofrecemos la primera, que, una vez más, esperamos sea de provecho espiritual para nuestros lectores, y para la gloria de Dios.

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Mi conversión a Dios

Es mi deseo, en dependencia del Señor, escribir un fiel relato, hasta donde alcance mi memoria, de algunas de las maneras en que Dios, durante los primeros seis años de mi vida cristiana, trató con mi alma, y de mi búsqueda de una experiencia de santidad antes de conocer la bienaventuranza de hallarlo todo en Cristo. Esto requerirá –no lo dudo—que en ciertas ocasiones «hable como si estuviera loco», tal como hizo el apóstol Pablo. Sin embargo, a medida que reflexiono sobre esta historia, pienso que puedo decir con él: «Vosotros me obligasteis». Seguir leyendo Santidad: la falsa y la verdadera (I)

La carne y el espíritu

Tras una buena temporada sin publicar nada en nuestro blog, proponemos a nuestros lectores una interesante reflexión de Martín Lutero, rescatada de un viejo número de la revista «Pregonero de Justicia». Esperamos sea de edificación para todos.

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La carne y el espíritu

«Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis» (Gá. 5:17).

Estos dos capitanes o líderes –dice él–, la carne y el espíritu, están el uno contra el otro en tu cuerpo, para que no hagas lo que quieres. Y este texto testifica claramente que Pablo escribe tales cosas a los santos, esto es, a la iglesia que cree en Cristo, bautizada, justificada, renovada y teniendo el pleno perdón de los pecados. Mas, a pesar de esto, dice que tiene la carne rebelándose en contra del espíritu. De la misma forma habla de sí mismo en el capítulo séptimo de Romanos: «Mas yo [dice él] soy carnal, vendido al pecado»; y de nuevo: «Veo otra ley en mis miembros que se rebela contra la ley de mi mente»; además: «¡Miserable de mí!»; etc. Seguir leyendo La carne y el espíritu