El mito de «Santiago Apóstol»

Ayer, 25 de julio, coincidió con la festividad de Santiago apóstol, el conocido como «Patrón de las Españas». Conocidas son las peregrinaciones que se realizan desde numerosos puntos de España y de Europa hasta el santuario donde supuestamente está enterrado este apóstol, en la capital de Galicia, Santiago de Compostela, así como las intercesiones que se piden a este «santo», no sólo a nivel individual sino, incluso, nacional. Por un lado, que es un gran patrimonio histórico y artístico de España todo el conjunto arquitectónico de la ciudad santiaguesa, muy cierto. Que es todo un tinglado religioso-supersticioso, también. El reformador protestante Martin Lutero decía con desdén que las reliquias de Santiago de Compostela podían pertenecer a un perro o a un caballo, y las tropas inglesas que lucharon contra los ejércitos de Felipe II las consideraban “el principal emporio de la superstición papal”.

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No hay un solo testimonio que confirme con fundamento la leyenda de Santiago el Mayor, el “hijo del trueno”, “evangelizador de España”, feroz guerrero contra el infiel musulmán y origen de un mito religioso que ha resistido once siglos hasta derivar en un fenómeno entre espiritual, mágico, turístico, cultural y festivo. La realidad es que el bueno de Santiago fue un pescador de Judea, hijo de Zebedeo y Salomé, quien, junto a su hermano Juan el evangelista, debió de tener una relación personal muy estrecha con Jesucristo. Herodes lo ordenó decapitar en Jerusalén en una fecha que los historiadores sitúan entre los años 42 y 44, con lo que dificilmente pudo haber salido en toda su vida de Judea y haber predicado en otro sitio, mucho menos en España, la otra punta del mundo por aquel entonces.

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Las iglesias de Apocalipsis (VII): Laodicea

Séptima y última parte de la serie del pastor Emilio Monjo sobre las iglesias de Apocalipsis, que fue publicada originalmente en Protestante Digital hace seis años:

Llegamos a esta última iglesia y no conviene que hablemos demasiado. Tendemos a hacerlo, y, sin embargo, Laodicea sería el testigo eficaz (aunque no fuesen allí muy fieles “testigos”) para señalarnos el buen camino del silencio, de la reflexión, de abrir el corazón y verlo, antes que abrir la boca y señalar las caída de otros. Ninguno de nosotros es superior a los cristianos de Laodicea. Lo que había ocurrido en aquella iglesia es un aviso para todos en todos los tiempos.

Laodicea

Se le dice a la iglesia nada menos que es inservible. Tomando el contexto de la situación de la ciudad respecto a otras vecinas en las que en una se daba un agua fresca y buena para beber, y en otra un agua caliente [“hirviente” traduce Casiodoro de Reina], termal, que no servía para beberla, pero se usaba para aliviar los dolores del cuerpo, y en Laodicea ni lo uno ni lo otro, su agua era inservible, se comunica a la iglesia que está en la misma situación de esa agua que se tiene que vomitar.

También hay que tener equilibrio al sacar enseñanzas de las situaciones de las ciudades donde están las siete iglesias, con sus dioses, circunstancias sociales y geográficas, etcétera. En el caso de Laodicea, es útil para mostrar su inutilidad tomar el ejemplo del agua, pero sin desbordar la imaginación. En algún caso se ha enseñado un descalabro teológico: que el Señor, cuando dice que por no ser uno ni frío ni caliente lo vomitará, eso significa que prefiere los extremos. Vaya, que prefiere un perverso muy perverso antes que una medianía. En otros, un derrumbe de la noble ingeniería de los acueductos, al enseñar que allí lo que pasaba era que al venir por el acueducto el agua fresca de la ciudad vecina, por el camino se ponía tibia y llegaba así a Laodicea. Vaya, para vomitarla. [Otra cosa: No vamos a cambiar a estas alturas el castellano, pero no deja de ser chocante poner en la voz del Cristo la expresión musulmana “¡ojalá!”]

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Adoración

Con esta publicación, concluimos la serie de citas puritanas que hemos ido ofreciendo a lo largo de estos últimos años. Esperamos que hayan sido de mucha edificación para nuestros lectores.

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Adoración

Dormido en la iglesia:

Cuídate de dormitar cuando oyes la palabra, pues esto manifiesta mucha irreverencia. Cuán despiertos están muchos cuando están en torno al mundo, pero cuán somnolientos en el culto a Dios […]. Cuando se predica la palabra, ¿no se parte el pan de vida para vosotros? ¿Y se dormirá un hombre ante su comida? ¿Qué es peor, ausentarse del sermón o dormirse en el sermón?

Thomas Watson Seguir leyendo Adoración