Sexta entrega de la serie del pastor Emilio Monjo sobre las iglesias de Apocalipsis:
Filadelfia suena muy bien. Da gusto leerla. De las otras (salvo Esmirna) se ve claramente su fealdad, pero de Filadelfia todo es bonito. Es, por tanto, un cebo peligroso. Al verla sola, sin el amparo de su Señor (todas son suyas, por eso las tiene en su mano, anda en medio de ellas y las amonesta), puede tornarse en un instrumento de caída para las iglesias que en vez de oír lo que el Espíritu dice, oyen los consejos de su propio corazón ante la visión de una iglesia calificada como fiel.
Cuando de la lectura de esta iglesia se leen enseñanzas en las que se establece que “hemos de esforzarnos” para ser como Filadelfia, que la clave está en “obrar” para conseguir un puesto semejante, etcétera; pues que cada uno obre como quiera y pueda, pero que nadie olvide cómo llama Pablo a su obrar (Fil 3:8). [En algunos lugares de España, a defecar lo llamaban “obrar”.] No va el Diablo a ponerte un anzuelo con Laodicea o Sardis, buscará la apetecible Filadelfia, que hasta el nombre suena bien. Hay que estar advertidos. No ha sido desviada la Iglesia en supersticiones idolátricas por las ropas o huesos de nuestros hermanos que murieron en la confusión, dudas, y oscuridad, sino por los de aquellos que lucieron en su muerte como “mártires”.