Vamos a ver ALGO DE SUMA IMPORTANCIA y en lo que solamente se puede caminar de forma correcta si eres alguien salvo y regenerado por la pura gracia de Dios. El hombre natural, carnal y sensual, siempre se estará bamboleando entre un extremo y otro, y nunca dará con el equilibrio preciso.
Veamos qué dice un pasaje muy cortito, Efesios 2:8-10:
“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
9 no por obras, para que nadie se gloríe.
10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Tradicionalmente, tanto el catolicismo romano como el arminianismo han tenido una gran confusión entre lo que es justificación y lo que es santificación, mezclando ambas. En estos dos sistemas, Dios salva por medio de la fe en Jesucristo, una salvación ofrecida a toda la humanidad, sí, pero, pudiera decirse así, “tú debes poner tu parte”.
Sin embargo, en el protestantismo también se ha incurrido en ocasiones en algunos excesos que han provocado errores. No digo que sean malintencionados, en absoluto, de hecho han estado motivados por un deseo de no robar ni un 1% de su gloria a Dios. Normalmente, al enseñar sobre este pasaje, se ha hecho muchísimo énfasis en los versículos 8 y 9, pero no en el 10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Sea como fuere, muchas veces se ha caído a un lado u otro de esta delgadísima línea: o a confundir la santificación con la justificación, creyendo que el hombre puede alcanzar ésta mediante las obras, o a pensar que con “creer” intelectualmente, saber y conocer de Dios, basta (cuando no es lo mismo “conocer a Dios” que “conocer muchas cosas de Dios”), o al fariseísmo o al antinomianismo. Si, por un lado, algunos han errado atribuyendo a las buenas obras un lugar no justificado en la Escritura, es cierto que, por otra parte, algunos han fallado en no dar a las buenas obras el lugar que les corresponde según la Escritura. Si, por un lado, ha sido un error serio el adscribir nuestra justificación a nuestro hacer, prácticamente, antes que a Díos, por otra parte, los otros son culpables al negar a las buenas obras casi relevancia. Seguir leyendo Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras →